Hoy me encontré con Miguelito al salir del banco.
Cuando era chico, Miguelito sentía una vergüenza
atroz de que su madre se ganara la vida planchando la ropa de otros. Tenía sus
motivos para sentirse humillado, claro está, los pibes del barrio lo sabían y
no dejaban pasar una sola oportunidad para decirle que era hijo de una sierva. Cuando lo veían llegar
desde la esquina, se ponían todos en hilera y realizaban un movimiento de
vaivén con la mano derecha, como si quisieran quitarle arrugas al aire. Alguno más
desalmado, después de jugar al fútbol, se sacaba las medias todas olorosas y se
las arrojaba a la cara, pidiéndole que se las llevara a su mamá para que se las
lavara y planchase. La verdad es que no le hacían la vida nada fácil. Bueno, hacíamos,
porque no puedo ocultar que muchas veces me sumé a la burla de los demás, y que
en más de una ocasión terminamos a las trompadas por ese tema. Por suerte para
todos (porque nadie podía imaginar cómo terminaría aquello), se mudó a otro barrio,
no por las burlas, hasta donde yo sé. Fue hace tantos años.
Hoy me encontré con Miguelito, bah, con Miguel, me
topé con él al salir del banco Santander Río de Moreno y Matheu. Lo reconocí
porque estaba igual: la misma cara, la misma amargura. Hablamos un rato de
cosas triviales, pero en un momento tuve la necesidad de pedirle perdón por lo
cruel que había sido con él en nuestra infancia. Miguel bajó la cabeza y comenzó a
frotarse las manos, entonces sentí que debía enfatizar mis disculpas, usar
algún argumento más contundente. Creo que lo hacía más por mí que por él.
-Es así, Miguel, vos lo sabés bien, no tenés por
qué avergonzarte, si mi viejo era zapatero, ¿te acordás? Tu mamá se ganaba el
dinero en buena ley… tu mamá era una gran mujer que sola, escuchame bien, sola,
laburaba para educar a su hijo… porque tu mamá…
-No era mi mamá- replicó, levantando la cara con arrogancia y lanzándome agujas con la mirada.
Dedicado a Arturo.
-No era mi mamá- replicó, levantando la cara con arrogancia y lanzándome agujas con la mirada.
Dedicado a Arturo.
Es un clásico.....esa crueldad dirigida a otros en la niñez o adolescencia. Cuantas cosas luego explotan en variadas formas desde la parálisis....hasta la arrogancia que pretende negar.
ResponderEliminarAbrazo Tempranillo!
Para mí no hay arrogancia que no esconda una debilidad, pero es un tema álgido, mejor quedémonos en el terreno de la fantasía.
EliminarUn tempranillo algo pasado, pero aún pega, je.
Un abrazo, Dany.
Exacto. Por eso dije "pretende" .....pero no lo logra.
EliminarLa deja al decubierto, sin dudas.
EliminarGracias, Dany.
Hay un par de encuentros según me enteré, ¿sabías?
Tío hoy no has colocado un comentario de inicio??
EliminarVivo probando cosas diferentes, Pedro, tal vez vuelvan.
EliminarUn abrazo.
Impecable, un relato magnífico. De crudo realismo. Y el final es simplemente 'inesperado'. Yo , por lo menos , no lo esperaba. Nunca se sabrá si el daño que le causaron a Miguel, hizo que mintiera o finalmente dijera la verdad. Esta incertidumbre es maravillosa y me hace imaginar 'los ojos de Miguel'.... Grandioso, Humberto...otro cuento-relato que merece mi aplauso...
ResponderEliminarMariana Redel
Eso es algo que yo no puedo decir, pero no porque me guarde el final, sino porque no lo sé, me encanta esa independencia de los textos, esa vida propia que me trasciende.
EliminarUn beso, Mariana.
Muy bueno relato siempre con un final sorprendente. Estas bromas las conozco de toda la vida. Me acuerdo que en mi colegio, en mi clase había una compañera que siempre tenía un poco de caspa en los ombros y havia um grupinho que faziam pouco dela dizendo que ela tinha piolhos. Faziam-lhe a vida negra.
ResponderEliminarMas de facto aqui ainda foi peor porque afinal não era a mãe dele que era a lavadeira.
Beijinhos Humberto
Flor
Me has sorprendido con esa mezcla de español y portugués, minha florzinha...
EliminarPiolhos? Nós tivéssemos dito que era neve, mas cada cultura é bem diferente, né?
Beijinhos!
É tive preguiça de apagar para escrever de novo. É um comentario bilingue. Elas diziam que era piolhos que era mesmo para ferir fundo.
EliminarBeijo.
É isso o que acontece com os biligues, não sabem (sabemos) que língua usar. Seja como for, entendeu-se...
EliminarÉ mesmo, 'piolhos' é bem mais forte, é que eu sou meigo, por isso pensei em 'neve'.
Hay por aquí un Migueliño que cuando el barco regresó, buscaba entre los hombres trajeados y con sombrero a su padre. No era desde luego el hombre envejecido y enfermo que abrazaba a su madre en el muelle.
ResponderEliminarUn abrazo!
Uf, muy interesante conclusión, digna de ser uno de los tantos finales posibles para esta historia ambigua.
EliminarMuchas gracias y un fuerte abrazo.
El autor del relato "O pai de Migueliño" es nuestro gran Castelao y pertenece a su obra COUSAS. Te envío el enlace por si quieres leerlo, es muy breve.
EliminarUn abrazo.
http://emigracion.xunta.es/files/biografias_fich/11892_doc18003.pdf
No había entendido del todo tu comentario, pero ahora que me dejaste el vínculo, comprendo lo acertado que estuvo.
EliminarPor cierto, ¡qué parecido que es el gallego al portugués!
Más abrazos.
Una historia tan verosímil como cruel. Y excelentemente contada.
ResponderEliminarAbrazo, Humberto.
Me parece que cruel y verosímil pueden andar de las manos muchas veces, lamentablemente.
EliminarMuchas gracias, Rob.
Los niños pueden ser extremadamente crueles. Quedo con la duda de si era o no su mamá
ResponderEliminarNadie más cruel que un niño que todavía no tiene los diques sociales levantados.
EliminarYo también me quedo con la duda, si tienes la respuesta, Marcos, por favor, dímela.
Un abrazo.
Yo también me quede con la duda, ja ja ja!
EliminarUna vez más nos envuelves y emocionas nuestros sentimientos con tus supremas letras querido y admirado escritor y poeta. Infinitas gracias por concedernos el privilegio de ser participes de ellas. Muchos besinos
ResponderEliminarGracias a ti y a todos los que vienen a honrarme cada semana, Ozna.
EliminarEn verdad lo valoro enormemente.
Un beso.
Aún más valor le daba a la defensa de su dignidad. Tocas.
ResponderEliminarHay muchos que son capaces de matar para salvar su dignidad hace mucho mancillada.
EliminarMuchas gracias, Cybrghost, un abrazo.
Eres increible con tus entradass, no tengo facebook ni bla bla bla lo quite todo porque???? no se... me encanta leerte por aqui. Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Marylin, mientras vengas por aquí, las otras redes no importan.
EliminarMuchas gracias por tus palabras amables.
Solo cuatro palabras y cada uno le va a sacar un final distinto a la historia. En esta entrada -y en cuál no, dirás humilde, pero en esta- los comentarios pueden ser un gran aporte. Yo he sacado unas cuantas conclusiones y encima estoy convencido de que ninguna es la buena.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es que no hay una buena, X. Entre nosotros, total no lee nadie esto: antes de subirlo, se lo pasé a dos personas muy cercanas para que me dieran su opinión, cada una le encontró un final diferente, pero lo más llamativo fue que ambos eran diferentes al mío, que tampoco es el verdadero. Lo interpreté como un lector más.
EliminarUn fuerte abrazo.
Final totalmente inesperado. 'Miguelito' nunca respeto ni amo a su madre, siempre vivio acomplejado y la hizo victima de su mediocridad, en contraposicion, el segundo personaje arrepentido por su conducta en los anos de infancia, le pide disculpas por las ofensas. Pero 'Miguelito no olvido y renego de ella. Las madres no merecen hijos como 'Miguelito' que reniegan y se averguenzan de su madre y de su origen. Es un gusto apreciar tu obra. Un abrazo
ResponderEliminarUna interpretación magnífica, Belen, no tengo nada que agregar, sería estropear tus palabras.
EliminarMuchas gracias por este comentario que viene del fb.
Que bien Belen!!!
EliminarEl la línea de los grandes escritores latinoamericanos, Humber, no hay diferencia con ninguno de los maestros.
ResponderEliminarEres maravilloso, gracias!!
Un besazo.
Bueno, Sabrina, dilo en voz baja porque más de un Maestro debe estar revolviéndose en su tumba.
EliminarAcepto tus palabras que son fruto del afecto.
Un beso.
Son esas escenas, momentos, en las que uno se queda con la boca abierta, con la cabeza hecha un desastre sin saber si esa respuesta es solamente para joderle la vida al pasado o para emparejar las cosas. De esa respuesta me queda esta sensación: Miguel, un cobarde de primera...
ResponderEliminarSaludos!!
Más allá de las interpretaciones que puedan hacerse del final, eso sí que está claro, Etienne, un cobarde de los peores.
EliminarMuchas gracias por tu visita.
Un abrazo.
¿Y cómo es que me dejás en la mitad? Me quedé buscando la continuación jejeje. Oye, qué historia esta tan interesante. Pero me quedé volando. ¿Era la mamá y ahora la negaba? ¿No era y entonces por que nunca dijo nada? Ah qué vaina con eso de sentirse extraño a los otros. Si cada quiene expusiera sus motivos, nadie podría crear sociedades con nadie. En el individuo cuando aislado imperan sobretodo todas las diferencias. ¡Un abrazote! F: http://mistavilteka.blogspot.com
ResponderEliminarLo digo muy en serio: la continuación está en cada uno de nosotros, mi parte está cumplida, ahora hay que dejarle paso a Su Majestad la Fantasía.
EliminarMuy cierto lo que dices a nivel social, pero somos así, no hay muchas vueltas.
Muchas gracias, Felipe, te debo una visita.
¡Eso! Con cerveza, por favor. O cafecito. Un abrazo pues.
EliminarAllá voy...
EliminarEstoy sorprendido por su cuento me dijeron que usted era bueno pero no lo creí tanto
ResponderEliminarMe convenzo cada dia que los grandes escritores de sudamerica estan tapados por unos pretensiosos decadentes
Lo saludo con admiracion.
Hugo
Hugo, te confieso que me pone un poco nervioso que me traten de usted, pero bueno, voy a intentarlo ;)
EliminarAntes que nada, quiero decirte que agradezco enormemente tu valoración, yo creo que hay muy buenos escritores conocidos y semianónimos, cada uno de nosotros sabe qué quiere o adónde quiere llegar, pero lo importante siempre va a ser la Literatura. Ya sé, parece un discurso demagógico, perdón.
Un abrazo.
Me dejas con la boca abierta... maravilloso cuento. De final cañón, ya sabes ;)
ResponderEliminarLo mejor aún así no es el final, tiene varios puntos que me gustan mucho, cuando el narrador se mete en el relato y cuando dice "Bah, Miguel". Esos momentos de cotidiano, de meterte en la piel.
Un abrazo
Lo escribí hace 2 o 3 días y lo primero que me vino a la mente fue lo del 'final cañón', bueno, para otra vez será, Anita, je.
EliminarMe encanta que puedas notar el trabajo del narrador, ese juego de meterse y evanecerse según le convenga al texto.
Un beso enorme.
Que maldito.. perdón jaja, no puedes dejarnos así con la boca abierta!
ResponderEliminarYo creo que era la madre y que él es un pusilánime un cagueta que no acepta a su madre y se quedó en el pasado.
ENORME!!!
Besos
¿Enorme el cagueta? Jeje. Me encantó esa palabra.
EliminarMuchos van a estar de acuerdo contigo... hasta yo si lo pienso un poco.
Un beso, Lula.
Triste la vida del niño burlado. Cuántas víctimas del "bullying" andarán pululando por ahí con sus vidas construidas sobre cimientos destartalados. Tuviste suerte Humberto, me enteré que Miguel, alias el Planchador, suele acechar a las jubiladas en los bancos cuando cobran. Así es, les revienta la cabeza de un planchazo...Abrazo!
ResponderEliminarUna interpretación, como mínimo, aplastadora, Ato.
EliminarEn realidad, todos poder aducir una razón de la infancia para lastimar a otros, pero tampoco es cuestión de justificar a delincuentes o locos. Ves, por eso nunca hice pericias legales, porque hay un 50% de herramientas para decir que NO es culpable y otro 50% para condenarlo hasta las manos.
Un abrazo y gracias.
No sabría qué decirte. Mucha gente rota "running on fumes" y andá a saber qué les pasa en el altillo de la cabeza.
EliminarVos, ante la duda, tenelos lejos, hay muchos.
EliminarHumberto, si que te has puesto serio, es una historia dramática para el personaje y les haz dado un final insospechado.
ResponderEliminarGracias por compartir tu prosa.
Un abrazo.
Luis
Me encanta la palabra 'prosa', pues deriva de 'prosaĭcus', prosaico, que se asocia con lo de todos los días, con lo cotidiano, en oposición a los versos, a la poesía, que es majestuosa y un territorio negado para mí.
EliminarMuchas gracias por tu comentario.
Un abrazo, Luis.
Yo leí una poesía tuya y no me parecio nada mal!
EliminarCreo que te has equivocado de blog, je.
EliminarVaya piojo resucitado, me encanto Humberto, un abrazo feliz
ResponderEliminarMe encantó, Carmen, ese es el valor de la simpleza, resumiste el texto y los comentarios en una expresión muy acertada: un piojo resucitado.
EliminarMuchas gracias y un beso.
"Gayos míos, a volar" Ayyy Diosssss!!! No tenés paz!!! ;-)
ResponderEliminarVayamos al punto:
A mí me llama la atención la necesidad visceral de disculparse y no por hacer sentir mejor al otro. Es esa sensación de sacarse un peso de encima de él mismo, por él y para él. El otro ya está arruinado, nunca pudo superar el lastre de la humillación, es más lo convirtió en algo peor. Me los imagino minutos después del encuentro...
Está bravo hoy, eh? Fucking serious. Great work, milord!
Kisses for you!
¿Sabés que no puedo imaginarme el después? Mejor dicho, no quiero imaginarlo, porque vendrían muchas otras historias y ésta terminó ahí.
EliminarEs así, uno lleno de humillación y el otro lleno de culpas, ¡menos mal que no viví en ese barrio!
Thank you so much, my BeeBee.
Be happy ;)
LO QUE NO DICE EL CUENTO ES QUE LA MADRE ERA PROSTITUTA PARA MI ESO ESTÁ CLARO.
ResponderEliminarLO QUE TANTO AVERGUENZA AL MIGUELITO ES QUE LA MADRE SEGURAMENTE TUVO QUE IRSE DEL BARRIO PORQUE LOS OTROS PADRES LA TENÍAS MARCADA.
DEBE SER TERRIBLE SENTIRSE ASI.
UN ABRAZO DESDE CÓRDOBA LA DOCTA
Eh... bueno, puede ser, sería otra de las tantas interpretaciones que puede tener el final. Me hiciste transpirar, Christian, ¡menos mal que esto no es un consultorio, uf!
EliminarUn abrazo hacia Córdoba.
Otro final abierto, con múltiples interpretaciones. ¿Es un puñetazo en toda la boca contra unas disculpas patosas que no disculpan nada, o es la negación de un trauma?
ResponderEliminar¿O te sale así, sin pensar?
¡Ah, no, eso no, imposible! Mejor me voy.
Abrazote
No sabría qué responderte, Jonhancome, yo no estaba cuando lo escribí ;)
EliminarHablando en serio, ésta es una de las pocas veces que busqué, desde la 1° palabra, que el final quedase abierto. Pero no te vayas... ey... ¡te fuiste!
Tengo que pensar el final... No me gustaría que Miguelito fuera huérfano, no estoy para más tragedias... La arrogancia me hace albegar la esperanza de que tuvieran en su casa una empleada y que los chicos que se burlaran fueran unos perfectos imbéciles... Pero no, tratándose de que usted mi querido escritor estaba involucrado, yo no podría aceptar con la estimación que le tengo, que usted participara en tan vergonzosos actos de burla hacia el tal Miguel. Mmm... (pensando....) Y, si cuando lo viste te hubieras volteado hacia otro lado, como que no lo conocías? No! porque entonces no hubiéramos tenido esta entrada, jajaja! terrible embrollo en el que me metes para ver que pasó. Sabes, mañana ve a buscarlo y dile de mi parte que es un pesado!! y que me alegro de que lo tratasen tan mal!!! Te quedó... no no te voy a decir que muy bueno, porque luego luego te crees lo máximo.
ResponderEliminarBesos.
Así se hace, querida Sara, no tienes que decir que es muy bueno, porque después no me aguanta nadie por aquí, ando agrandado como pan en el agua.
EliminarSi yo fuera lector de este blog, diría que el final es que, en realidad, ese tipo que salía del banco NO era Miguelito, que el personaje se confundió o algo así. Pero por suerte no leo este blog, apenas lo escribo.
Un beso enorme, querida Sara, no me olvidé de tu texto, es que estoy a mil estos días y yo te leo con toda mi atención.
Gracias, te dejo mil besos de carmín en tu pantalla...
EliminarAquí quedarán hasta tu próxima visita.
EliminarMiguelito es un caradura, si la señora trabajo y trabajo ¿Que importancia tiene si era su mamá o no? Le dio techo y comida, los que lo martirizaban esos si merecen leña verde, con los años Miguelito también. Creo que me acelere mucho jajjaja Un buen relato. Me cimbró el final...Felicidades.
ResponderEliminarNo te sulfures, María, a ver si lo encuentras a ese Miguelito por la calle y lo mandas al cuerno, con toda razón, por cierto.
EliminarMuchas gracias por la visita.
Pobre Miguelito/Miguel, que sigue sintiendo vergüenza, que le importa más la mirada del afuera y está tan cerrado, que no puede aceptar las disculpas.
ResponderEliminarMiguel puede estar cerrado, pero por suerte el final del micro está abierto a otras interpretaciones, más optimistas que la mía.
Abrazo HD
No seamos ingenuos, a la mayoría de la gente le importa más el afuera, lamentablemente. Y no lo digo por vos, lo digo por mi en primer lugar.
EliminarUn abrazo, Mirella.
Mi homenaje a esa mujer negada por su hijo, hoy precisamente Día de la mujer... Abrazos
ResponderEliminarHago mío tu homenaje, pero no digo mucho más, no me gusta creer que hay un día para la mujer y que los otros 364 no lo son.
EliminarEs una cosa personal, no me convencen los días comerciales de. Pero me apunto por esa mujer, claro.
Un beso, Ligia.
Humberto, un relato con una temática dura como es el acoso infantil, pues los niños pueden ser verdaderos ogros en el colegio con cualquiera que sea diferente o sepa contestar a las ofensas como se merece. Si en esas edades se dispusiera de la razón que por norma se adquiere con los años, ni resbalarían esas chanzas.
ResponderEliminarComo siempre un placer leerte.
Un fuerte abrazo.
Así de cierto, Nicolás, pero parece que todos hemos pasado por una situación de acoso, como víctimas, victimarios o espectadores pasivos.
EliminarMuchas gracias por tus palabras.
Un abrazo.
Jo que fuerte... Nada de disculpas. Los niños son muy crueles y lo son porque no disfrazan sus sentimientos. Los adultos los pulimos y nos escondemos detrás de una falsa cortesía muchas veces. Un final genial e inesperado. Miguel seguía guardando un gran resentimiento, no pudo superar aquello. Es duro eh.
ResponderEliminarUn abrazo y buen finde
Me gusta que acentúes eso de que en el adulto está el germen del niño, yo sigo teniendo vergüenzas -prácticamente- por las mismas cosas, me molestan las mismas cosas, pero (por suerte) nunca llegué a tener odios o sentimientos que no me permitieran vivir.
EliminarSí... duro.
Un abrazo.
claro, lo mas jodido de pedir perdon es perdonarse
ResponderEliminarCuando es sincero, es lo más difícil, pero la palabra 'perdón' está bastardeada, casi como decir 'te amo'.
EliminarEn fin, un abrazo, Garriga.
Siempre sorprendiendo con tus inesperados finales, que en ocasiones, elevas a la categoría de pensamiento ético.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Carlos, lo ético siempre está, tal vez no siempre tan en primer plano.
EliminarUn fuerte abrazo, te debo una visita.
¿Los niños, crueles?
ResponderEliminar¿Y los adultos?
Sorprendente final.
Crueldad al límite del Miguel adulto.
Me ha dejado KO este impacto en letras. (genial, por otra parte)
Besos abrazos
Ojalá cada uno se ocupara de ser un poco mejor cada día, de mirar su propio ombligo en vez de envidiar el del otro... pero suena tan naïf, tan tonto lo que digo.
EliminarUn beso, Pilar y gracias por el bello mail.
La respuesta de Miguel da la medida exacta de su sufrimiento; me parece brutal. Esa negación es la grandeza del relato, y la "bajeza" de los sentimientos que provoca la crueldad gratuita.
ResponderEliminarAbrazos conmovidos.
Del sufrimiento que fue gestando por años, pero convengamos que todos tuvimos alguna razón para sufrir y no negamos a nuestros padres.
EliminarGracias por el análisis, Susana.
Un beso.
Una vez mas nos traes un excelente texto donde todo el desarrollo queda pendiente de un final sorprendente, donde cada uno puede pensar lo que quiera.
ResponderEliminarUn abrazo
Como dije antes, si hasta yo no sabría decir qué pasó, lo que me gusta más de este texto.
EliminarMuchas gracias, José Manuel.
Es terrible tener verguenza de los que nose han hecho. Tu novela es perfecta.
ResponderEliminarFuimos víctima, puede ser, pero eso no lleva necesariamente a ser malvados de adultos, o negadores o cobardes, es así.
EliminarUn beso, Manouche.
Uff¡¡, aquí hay algo que se me pierde del relato, lo de las agujas no lo entiendo bien.
ResponderEliminarYa lo releeré cuando esté más despejada, saludos dede España.
Bueno, piénsalo así... ¿nunca te miraron con odio? ¿Cómo sentías esa mirada? Igual cada cual tiene su propio patrimonio de palabras, nada que deba preocuparte demasiado, pero te espero para que lo releas, si quieres.
EliminarUn beso y gracias.
Lo que quiere decir eso d elas las agujas lo entendí,por favor Humbarto, lo que " no entendía era por que miraba con ese odio ( o sea agujas).
EliminarYa lo releí, y bueno, supongo que aún ( en la adulted) se avengonzaba de su madre, "el probe Migue", total, que no encuentro otra explicación científica.
Bueno, para tu curiosiadad, si : me han mirado con odio y supuestamente tratado con odio,¿ y qué?
Besos, bonito relato, que tengan un buen finde, me encantó, quizas mas tu sombro que el relato, total , que siempre me sacas sonrisas. Tú o tus relatos.
Besos desde España.
Pues me causa mucha pena que te hayan tratado con odio, y qué nada, no puedo hacer nada al respecto, lo máximo es sacarte una sonrisa, como dices, lo cual ya es bastante.
EliminarBuen fin de semana.
¡Maldito "bastardo"!
ResponderEliminarEntre el insulto y la broma... ¡estuviste sagaz!
EliminarUn abrazo, Sergio.
Si bien es cierto, nunca es fácil para nadie el hecho de pedir disculpas. Al darnos cuenta de que el otro tuvo la razón, simplemente huimos sin querer hablar más del asunto, pero tenemos que aprender a aceptar nuestros errores y a vencer nuestros miedos.
ResponderEliminarMiguelito trataba de ocultar su pasado, pero nunca pudo superar su resentimiento.
un beso
Cada vez noto que cuesta más decir 'lo siento', no digo decirlo efectivamente, me refiero a decirlo y sentirlo. No es fácil, pero qué bien se siente uno cuando logra expresarlo.
EliminarUna vez tuve un fuerte entredicho con una persona que viene a este blog, nació de un mal entendido, ambos nos pedimos disculpas y hoy nos visitamos con cariño y admiración, el uno por el otro.
Muchas gracias, Lucrecia.
Un beso.
Gracias, Humberto, por tu amabilidad contestando a mi anterior comentario, al blog enamorado; siento mucho la interpretación que le dí a tu escrito. A veces la imaginación se me pierde entre laberintos poco comprensibles.
ResponderEliminarMe apena Miguelito, qué poco había aprendido, al final su comportamiento fue peor que el de los niños que se burlaban de él; negar a su madre por su condición social, siendo un adulto ya, tiene mucha más maldad.
Como siempre un placer leerte. Un abrazo
Verte acá me dio una gran alegría, es cierto, creo que imaginaste otra cosa, pero te cuento que no fuiste la única. Ya te lo dije por mail y lo repito acá, en primer lugar, todo lo que aparece aquí es ficción y segundo, soy muy dado a la broma, a veces llego a límites extraños.
EliminarMuchas gracias por el comentario, María Rosa, ven siempre que quieras y, lo más importante, di lo que te plazca.
Cuando nos hacemos adultos sentimos la necesidad de pedir perdón. A veces es algo egoista, ante la imperiosa necesidad de quedar en paz con uno mismo. No siempre son bien recibidas las disculpas, ya que el rencor, acumulado por Miguelito durante esos años, suele ser brutal.
ResponderEliminarComo tantas veces el final queda "a merced" del lector.
Me ha gustado mucho Humberto.
Un abrazo
Anoche, después de subirlo, me puse a pensar si yo debía alguna disculpa y descubrí que sí, por suerte la persona es cercana, estoy a tiempo.
EliminarMuchas gracias por venir, Clara.
Cuántas ingenuidades de la infancia, se nos aparecen como crueldad con el tiempo...Un abrazo.
ResponderEliminarYo creo que ésta ya nació como una crueldad y termina en una bajeza. Fuimos ingenuos, no hay dudas, de cómo podría resonar lo que decíamos o hacíamos allá en la infancia.
EliminarUn abrazo, Darío.
Yo me quedo allado de la mujer de la plancha.
ResponderEliminarUn abrazo
Y... es Degas, un maestro, pensándolo bien, su cuadro en infinitamente más importante, no eres ningún tonto, ¡eh! ;)
EliminarUn abrazo, Icue.
Buen final.
ResponderEliminar¿Y el resto? jeje.
EliminarGracias, David.
Excelente cuento. Lo que ahora denominamos "bullying" existe desde tiempos inmemoriales, nos corresponde a los padres y educandos concientizar a los niños sobre eso para que la sociedad tenga una oportunidad de crecer con un problema menos...
ResponderEliminarTus palabras aquí van a cumplir una mejor función, pues van a leerlas más personas.
EliminarMuchas gracias
No era su mamá....¿Entonces, era su vecina, su criada, o la querida de su padre? Sea lo que sea, lo único cierto, es que las tareas caseras, no las hacía, ese aún, niñato renegado.
ResponderEliminarBuen punto de vista, lo que me lleva a otras preguntas: ¿estará casado? ¿Cómo tratará a su empleada?
EliminarPobre tipo.
Un abrazo, Antonio.
Un hijo despreciable, que horror!
ResponderEliminarBesos
Y... no es de los mejores, a qué negarlo.
EliminarUn beso.
Hay razones que solo estando en la piel de miguel pueden entenderse pero negar a la madre no esta entre las que pesan.
ResponderEliminarquizas no era la madre, no?
Un abrazo.
Luca
Como dije antes, no podría ayudarte. Pero sí puedo estar contigo que negar a la madre no es la conducta más digna.
EliminarUn abrazo, Luca.
La crueldad está ahí a flor de piel en los chicos, pienso que a veces es no saber dónde está el límite, y eso A VECES se va aprendiendo con los años. También los chicos y adolescentes tienen gestos de un amor y una solidaridad que no se da más adelante. Pero debe ser terrible tener verg[uenza de los padres. No poder aceptar su historia. Conozco hijos que de un obrero han hecho el ser más importante de la tierra, seguramente los padres sean los que tengan que ganarse ese lugar..
ResponderEliminarMiguelito conmueve, entristece y muestra a un hombre que existe, aunque uno pocas veces piense en esto, a la salida de un banco o por ahí siempre cerca. Con distintos matices. Perfectamente transmitida su personalidad y su amargura!
Todo lo aprendemos de un otro, los padres y docentes deben estar atento, porque son los pares, los otros chicos, los que más injerencia tienen sobre sus compañeros.
EliminarMiguelito es un hombre que está ahí, en tu barrio y en el mío, y más lejos también.
Un beso enorme.
Un buen tema para reflexionar amigo Humberto.
EliminarLa crueldad infantil unas veces inocentes, otras no tanto, ha existido toda la vida, hay cosas en nuestro caminar por el mundo que queremos y deseamos mejorar pero que no es posible, por mucho que lo intentemos, después de la niñez llega la vida adulta que recoge lo sembrado y no siempre es agradable.
Inesperado final y podría tener otros varios, no era su mamá…y nos dejas con esa curiosidad.
Hay muchos Miguelitos y Miguelitas en todos los barrios del mundo.
Que pases un buen fin de semana, esta mañana he visto tu mensaje en FB, luego paso y respondo.
Un abrazo.
Ambar.
Many, too many, everywhere, Ambar...
EliminarLo que sembramos nos cabe a nosotros, pero muchas veces nos sembraron semillas que no queríamos albergar en nuestra alma, ése es el problema.
Un fuerte abrazo.
La crueldad en la infancia puede dejar severos traumas, después, en una madurez cercana. Creo que para nuestra etapa de Adultos sólo deberíamos llevar cosas positivas para que ese niño permaneciera sano en nuestro interior de Hombres.
ResponderEliminarAbrazos.
Ése sería el ideal, Pedro, pero convengamos que para muchos es muy difícil llevarlo del discurso a la práctica.
EliminarMuy positivo, muchas gracias.
Un abrazo.
Y pegue, Dib, pegue. Un cross de derecha, otro de izquierda y nock out.
ResponderEliminarNo se levantó.
Chapeau, Monsieur. TextAZO.
Muchas gracias, Sandra.
EliminarUn beso enorme.
Un final inesperado. Yo me imaginaba un final en el que Miguel ya no era un chico pobre, sino todo un empresario que restregaría en la cara de quienes los humillaron que había trascendido al éxito.
ResponderEliminarComo lo expones, dejas abierta varias interpretaciones, o Miguel miente por orgullo de aquella señora no era su madre, o mintió cuando niño al dejar que se burlaran de él.
La verdad está en jugar con la ficción.
Sin dudas un relato muy bien logrado, sea verdad o fantasía, está de maravilla.
un gran abrazo de fin de semana.
Carlos
Lo dije un poco más arriba, es una de las pocas veces que busqué este efecto de antemano.
EliminarDicen que el mejor final es el que no existe, pero son teorías, a mí me gustan de todo tipo.
Así de cierto, a jugar con la ficción.
Un fuerte abrazo, Carlos.
Los niños son crueles, Humberto, muy crueles; algunos llegamos a mayores y seguimos almacenando la misma inquina. Tus relatos, como de costumbre, geniales.
ResponderEliminarMi admiración y respeto
Muchas gracias por tus palabras, Francisco, siempre eres tan amable, es un placer contar contigo siempre.
EliminarUn fuerte abrazo.
Miguelito, Miguel, D. Miguel. Me inclino a creer que es el director del banco y que devuelve con creces e indiscriminadamente todo el daño que sufrió de niño. A veces es mejor no decir nada, nunca se sabe todo.
ResponderEliminarEstupendo como siempre, como el anterior que se quedó solo.
Un abrazo.
Muchas gracias, José Luis, me gustó esa transformación que fuiste haciendo de Miguelito. Y es muy probable que también hayas acertado en su profesión.
EliminarPor cierto, el blog ya no está enamorado, son todos iguales, je.
Un abrazo.
El que no aprende a estar orgulloso de los suyos, nunca podrá estar a gusto consigo mismo.
ResponderEliminarY lo dices así... como un oráculo cruel. Pero está bien, Ishtar, si tienes razón.
EliminarUn beso.
Sentí los pinchazos...
ResponderEliminar¡salú!
Lucía
¿No estarías apoyándote en el costurero?
EliminarBromita, Lucía, muchas gracias y buen fin de semana.
Intuyo que Miguel con la misma cara, la misma amargura de la época de su infancia, no ha logrado evolucionar y asumir su propia realidad, sino que ahora reniega de ella e intenta ser el que no es.
ResponderEliminarSeguramente sea así, cómo poder saber más de los personajes, siempre me pregunto.
EliminarMientras leía tu comentario pensaba en cómo se verá mi cara para mis amigos de la infancia, espero que un poco mejor que la la Miguel.
Un abrazo.
Puede ser que no haya sido la madre, como todos creían, porque no se tomaron el trabajo de conocerlo.
ResponderEliminarClaro que es probable, pero cómo crees que iban a tomarse el trabajo de conocerlo si sólo lo tenían para la burla.
EliminarEn fin, gracias por la visita.
Una herida que no cerró y que no cerrará.
ResponderEliminarEn ese tipo de negaciones, todos tenemos algo de experiencia, aunque seguramente menos traumática.
Muy bueno Dib.
Un gran abrazo
Creo que lo comenté antes, no lo recuerdo, pero es así de cierto, ¿quién no padeció alguna suerte de crueldad infantil?, pero no andamos destilando ponzoña... bueno, algunos sí, doy fe, pero no me pidas que diga los nombres ;)
EliminarUn abrazo.
No deseo entrar en sentimiento de Miguelito por que es obvio que estaría de muy mal humor.
ResponderEliminarYo miro la inocencia que le damos a los niños que en si la tiene, no se puede discutir,pero tambien en esa inocencia son satíricos con los compañeros.
Saludos
Yo diría, siguiendo tu pensamiento, que es una cruel inocencia.
EliminarMe gustó el concepto, lo voy a hacer propio.
Un abrazo.
Me ha encantado tu relato, entre otras cosas porque yo viví una situación parecida en la que me busqué problemas por defender a una Miguelita.
ResponderEliminarUn abrazo
Bueno, siempre me gusta que aparezcan anécdotas personales, pero cuando el tema es tan duro, no sé qué decir exactamente. Bueno, espero que haya valido la pena que defendieras a Miguelita.
EliminarUn beso y muchas gracias.
Excelente relato donde queda reflejado muchos y similares momentos, a los narrados, de nuestra infancia...reflexivo final!
ResponderEliminarEs todo un placer volver a estar por tu rincón Humberto y degustar tus estupendas historias. Mis felicitaciones por ello y buen hacer.
Un fuerte abrazo y buen fin de semana.
Ramón
Un abrazo, Ramón, siempre es un placer tenerte por aquí.
EliminarGracias.
Un buen giro el que proporciona el protagonista que además se llama igual que yo. Qué crueles son los pibes... Abrazos. Borgo.
ResponderEliminarCasi es el comentario de un argentino, Borgo, vas a lograr confundirme gracias a tu experiencia porteña.
EliminarUn abrazo.
Me da muchísima pena decirlo, porque los niños son lo mejor, pero la verdad es que hay niños crueles, unos supongo por naturaleza, otros, por la educación de padres despreocupados. Yo confundía crueldad con sinceridad brutal.
ResponderEliminarEn este niño seguramente se unieron ambas cosas, y los niños, sus compañeros con esa crueldad infantil, le hicieron sentir vergüenza de su pobre madre.
Lo malo que al ser hombre siguió con su crueldad, pero no como aquel niño, sino mucho peor, con la maldad de un hombre malo y además acomplejado.
Y así acabó, avergonzándose siempre y no queriendo recordar a su pobre y sacrificada madre.
Es una versión, para tu gran tema, es posible que no tenga ni pies ni cabeza, pero yo así lo he entendido.
Este relato me ha encatado, es buénisimo, bueno... sino fuera así, no sería tuyo.
Un beso grande Humberto.
Una crueldad perfeccionada por la edad y el tiempo de maceración del rencor: el peor resultado.
EliminarTiene pies y cabeza, estoy totalmente seguro de que lo has entendido muy bien.
Un beso enorme y muchas gracias.
Sigue sin dejarme responder.
ResponderEliminarNo era mi intención ser cruel, pero me salió la rabia, porque una vez se metieron con algo que afectaba a mi madre y avergonzada callé. Tardé un tiempo en darme cuenta de que si volvía a callarme nunca podría llevar la cabeza alta y mírame ahora ... convertida den un oráculo cruel.
Ah, por supuesto, el relato me encantó.
Un fuerte abrazo.
Recuerda que siempre hay un algo de broma en lo que digo, para relajar un poco el texto duro.
EliminarMira que los oráculos son muy consultados, y siempre fueron crueles, de eso no hay dudas, el de Delfos era el peor.
Gracias por volver, Ishtar, después tengo que consultarte sobre un asunto... pero tengo miedo de tu respuesta ;)
Besos.
Ignoro lo que pueda sentir un niño cuando, constantemente, se mofan de él por ser su madre una planchadora.
ResponderEliminarPuedo entender que aún esté madurando y se sienta humillado por algo muy digno que hace su madre, y sus compañeros no se lo hacer ver así.
Pero peor es comprobar que, pasados los años, cuando ya es un hombre, te vuelves a encontrar al salir del banco con el mismo Miguelito, habrá crecido, incluso tendrá la barba blanca, pero sigue siendo un niño.
Cariños
Kasioles
Has captado la esencia del relato, Kasioles, fue, es y será Miguelito: un niño con lo bueno y lo malo.
EliminarUn beso enorme.
El relato es muy bueno... sociológico... atemporal...
ResponderEliminarEl final: muy triste.
Un abrazo
A veces en este blog dejan finales tristes, eso es lo que tiene de malo...
EliminarMuchas gracias, Impersonem.
Hola Humberto!!
ResponderEliminarLos niños son muy crueles, según mi experiencia y hacen mucho daño en ese momento y si quedan secuelas pueden durar toda la vida, en este caso Miguelito nunca lo superó, su caracter que estaría formándose entonces, ahora siendo hombre, seguía teniendo la misma visión de niño, la vergüenza según él, seguía sin madurar, al contrario que el amigo con el que se encuentra, que sí maduró y se daba cuenta de lo cruel que fue de pequeño y buscaba el perdón a su conciencia.
Perfectamente narrado, Maestro!!!!
Un abrazo con cariño!!!!
Es así, querida Estrella, dos sujetos a los cuales los años les pasaron de manera diferente. Suele suceder.
EliminarMuchas gracias por tus palabras.
Un fuerte abrazo.
Muy bueno Humberto! Me encantó. La verdad nunca había pasado por aquí, me tomaré mi tiempo para ir leyendo de a poco. Y estás invitado por supuesto, al género que transito y amo aprender y escribir, poesía. Saludos!!
ResponderEliminarNo creo que pueda, pero voy a intentarlo, lo prometo.
EliminarMuchas gracias por la visita.
Los niños pueden ser muy crueles. Esta historia te hace sentir mal por ese chico. Muy bien relatado.
ResponderEliminarDemasiado crueles, Odiealex.
EliminarUn fuerte abrazo.
¡Excelente pieza, Sr. Dib! Por el enfoque, por el tono y -sobre todo- por el cierre, que deja en manos del lector la historia tal como él quiera completarla.
ResponderEliminarMis aplausos.
Un abrazo,
Muchas gracias, Pedro, me gusta que puedas ver el trabajo que tiene cada texto, a veces es bueno que alguien sólo te diga 'me gustó', pero muchas otras se necesita que un colega detecte la ingeniería que hay detrás.
EliminarUn fuerte abrazo y muchas gracias.
La víctima de la crueldad de los supuestamente inocentes termina derivando su venganza, con la misma crueldad, a quien merecería su homenaje. ¡Qué complicados somos los seres humanos!
ResponderEliminarUn abrazo, Humberto.
Somos tan complicados que, muchas veces, me preguntó cómo nos entendemos. Sin embargo, hay un germen de bondad y altruismo que todavía no fue eliminado.
EliminarUn gran abrazo.
¡Qué nobleza la de Miguelito! Como el final es abierto, puedo imaginar que era su madrastra, y que tampoco recibía de ella el cariño debido, y nunca el de su madre, que estaría en el cielo, mientras la peña se burlaba de ella, aunque no fuera ella...
ResponderEliminarExcelente relato. Un abrazo.
P.D.: Espero que esta vez pueda dejarlo en los comentarios.
Hoy al blog se le levantó el castigo, así que puede recibir comentarios ;)
EliminarTu mensaje es a favor de Miguelito, uno de los pocos, pero eso me encanta, la diversidad, ya que nada dice que se de una forma u otra y está en cada uno imaginar el final o todo lo que hay detrás.
Un abrazo, Antonio.
Cómo que no era su madre?
ResponderEliminarEh... Él dijo que no era.
EliminarHa! la madrastra... Pues igual la quería porque nunca nunca la negó, hasta ese momento, no?
ResponderEliminarEsa palabra "laburar" es terriblemente encantadora!
Besos mentales.
Puede haber sido la madrastra, nada indica que no, en realidad, nada indica nada.
Eliminar'Laburar' se usa todo el tiempo en Argentina, esta vez decidí que el relato tuviese un registro bien porteño.
Un beso y gracias.
Hola Humberto , la verdad es que la crueldad de los niños , es mucho peor que la de los adultos ya que como son pequeños , dicen las cosas sin maldad , eso por una parte pero si no era su madre como dice el relato , ni era la madrastra ¿ Quien era , era acaso una sirvienta ? en fin , como siempre este relato es un verdadero enigma , un beso de Lm.
ResponderEliminarLo de 'sin maldad' es hasta cierta edad, en el caso de estos niños del relato, ya tenían bien claro el concepto de dolor y crueldad, por eso lo practicaban a propósito.
EliminarUn beso, ahora te visito.
Hola Humberto.
ResponderEliminarSabes: cuando Miguelito comienza a frotarse las manos, pensé que le iba a soltar una "piña" de esas de ponte tieso y no te menees, en cambio suelta una bocanada de "hiel", de esa que había destilado siempre.
Amargo relato. Demasiado real por desgracia.
Un fuerte abrazo.
Moon.
Yo también creí que iba a golpearlo, pero esas magias que tiene la literatura, hasta a mí me sorprendió el final... y lo digo MUY en serio.
EliminarUn fuerte abrazo.
En la infancia de todos seguramente ha habido un "Miguelito", je je, elegiste el nombre justo vos :)
ResponderEliminarEn esa época la crueldad no tiene límies.
Un gran final a tu altura !
Abrazo.
Si, si, límites, por supuesto :)
EliminarMiguelito suena a... Miguelito, no hay vueltas. Que me perdonen los Migueles.
EliminarLímites, se entendió.
Un abrazo, Rex.
A veces, la crueldad de los niños es enorme puesto que no la disimula, como hacen los mayores.
ResponderEliminarUn abrazo
Siempre me pregunto qué es mejor, una crueldad sin diques o un halago que esconde traición. Es una pregunta retórica, no importa.
EliminarUn fuerte abrazo, Antorelo.
Ya sólo la palabra es bonita: madre.
ResponderEliminar¿Cómo renegar de ella?.
Sé de un caso en el que una persona nunca perdonó a sus padres el pertenecer a una familia humilde.
Estupendo tu relato.
Un beso.
Hay gente que reniega hasta de lo más bello, justamente acabo de tener una 'discusión' al respecto en la vida real.
EliminarYo conozco varios casos, también.
Muchas gracias y un beso.
Muy buena entrada, me dejas con ganas de saber más...
ResponderEliminarsaludos
Perfecto, la próxima semana en el mismo lugar y a la misma hora te espero, ahí te cuento más.
EliminarMuchas gracias, Alex.
No debería ser necesario relajar el texto; es bueno que a cada uno nos genere, según nuestra perspectiva vital, una sensación-reacción diferente.
ResponderEliminarMe temo que no puedo ser buena pitonisa, ya ves que no soy capaz ni de captar tu tono de broma. :)Quizás la única posibilidad sería encomendarme a Baco, los efluvios del alcohol siempre dejan escapar momentos de lucidez.
Eso si, si no preguntas moriré de curiosidad.
Es por eso que cada vez me gustan menos los comentarios de los comentarios, porque tienden a lavarlo todo. A mí me gustaste más cuando te salió lo pasional.
EliminarPregunto... ¿crees que ganaré algún concurso de relato este año?
Va, lo que me ha venido así, en un primer momento: Por supuesto que ganará.
ResponderEliminarLuego he pensado: el año es muy largo, si pregunta ha de ser por un certamen que se falla en breve.
Y luego he pensado: como el año es largo y podría presentarse y ganar/ganar participar n-veces el oráculo podría acertar o fallar otras tantas.
Y luego de luego he pensado: eso no vale, ¡la respuesta es para ya!
Volvemos al principio: vas a ganar si es en corto plazo, entre dos semanas y mes y medio. Para el resto del año el poder de este oráculo queda inhabilitado, más que nada porque no me ha dado tiempo a que el licor haga su efecto. ;)
Pase lo que pase no tienes ganados a muchos, y ese no es un premio pequeño.
Tengo que trabajar eso de sacar lo pasional, en el día a día no lo dejo salir (siempre temo molestar a alguien) y me he dado cuenta de que cuando comento blogs o en el Face soy mucho más “bocazas” es curioso, escribo y como sé que aún tengo la posibilidad de borrar, sigo escribiendo y ... luego no lo borro.
ResponderEliminarCon las palabras es distinto, si te has callado, la conversación ha avanzado y ya no puedes retomar el tema, ese comentario apasionado queda silenciado.
Muchos besos y mucha suerte con esos concursos.
Millones partículas de buenas vibraciones desde el otro lado del océano.
No sé queda claro que a mí me gustan más que los que entran aquí sean pasionales, 'bocazas', como dices. Será que me quedó un cierto placer masoquista de cuando venía gente a insultar (eso sucedió, sospechosamente, cuando este blog comenzó a tener cierta 'popularidad), hace como 1 año que no recibo una buena puteada, así que un día de estos entro como anónimo y me digo unas cuantas guarradas.
EliminarLo de los concursos, falta más de 1 mes y medio, así que más adelante te vuelvo a consultar.
Finalmente, agradezco tus buenas vibraciones, no tienes idea de lo importante que son. Si todos nos retroalimentásemos con afecto, las cosas serían bastante diferentes.
Más besos.
Humberto: Tengo un primo que hubiera dado TODO por tener una madre planchadora y no la que tuvo. Ella sí que le hacía pasar verguenza ante sus compañeros, ya que no lo dejaba ni a sol, ni a sombra; lo llevaba a la escuela por la mañana y llegaba por él cuando salía.
ResponderEliminarHay muchas anecdotas que se cuentan en la familia a cerca de "tía Chayo y su Fito".
Mi tía ya murió y Fito ahora es un viejo, al que siempre se le ve con el seño fruncido.
Como de costumbre, me gustaron tus letras: Doña Ku
Me encantó eso de 'y SU Fito', con ese posesivo lo has dicho todo.
EliminarEs verdad, cuántas madres que no liberan a sus hijos, pero es que nadie tiene la fórmula para ser madre o padre.
Un beso enorme y muchas gracias, querida Dora.
Es cruel la niñez, la adolescencia suele serlo aún mas... Triste es que Miguelito no haya aprendido lo que debía aprender.. tampoco lo culpo, hay cosas que te marcan muy profundamente, sé de lo que hablo, por suerte (si existe), no soy una "Miguelita" más.. Saludos.
ResponderEliminarMe quedo con esa posibilidad de que hayas zafado de ser una Miguelita más.
EliminarSobre la crueldad, es francamente arrolladora en algunos casos, y como bien decís es más notoria en la adolescencia.
No sé cómo llegamos más o menos 'normales' a la adultez.
Muchas gracias por la visita.
Un abrazo.
Lo que tengo más seguidores de lo que merezco no lo dije por nadie, sino por una autocritica que tengo, desmentida por mis lectores.
ResponderEliminarGracias por comentar. No pude responder en mi blog por eso capricho que suele tener Internet.
Pido perdón por el mal entendido, soy demasiado susceptible, hago mea culpa.
EliminarCreeme, lo digo con toda humildad, cuando se tiene uno de estos espacios tan visitados en los que los seguidores se cuentan por miles, hasta te sentís incómodo para comentar, pues el nivel de exposición es muy grande y trae más de un inconveniente.
Volveré allá y empezaremos de nuevo, si te parece.
Un abrazo.
Uno de los mejores finales que te he leído, hombre, además me ha gustado que este escrito en argentino le da mayor veracidad.
ResponderEliminarAbrazos desde Madrid
Muchas gracias, Pedro, a mí me gusto el comienzo... y el desarrollo, ¿a qué negarlo?
EliminarUn abrazo desde la húmeda Buenos Aires.
Un texto con mucho de realidad, yo tuve problemas por usar anteojos de muy pequeña ya se que es diferente, pero se parece en que odio los lentes y no pude superar ese trauma.
ResponderEliminarMUY bueno, como siempre!
Lamento lo que me dices, Stefanía.
EliminarVoy a confesarte algo, una de las chicas que más me llama la atención usa lentes, le da un aire tan especial... pero no digas nada, please, porque puedo tener problemas.
Un beso enorme.
Pero si tu tienes una novia o yo entendí mal?
ResponderEliminarPor algo te pedí que NO dijeras nada, ¡qué cosa, eh! ;)
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