Incipit

Hoy me desperté tan temprano que los espectros de la noche no habían terminado de desarmar su decorado de sombras y silencios. Cuando me dirigía a la cocina para preparar un café, sentí que su ausencia todavía sonaba más fuerte que mis propios pasos, así que me quedé un buen rato en el vano de la puerta, para no tener que enfrentarme con la parte más desoladora de mi realidad.

Lo dijo de una manera tan agresiva que enseguida noté que había usado Impact a propósito, para lastimarme, así que le aseguré con mi más conciliador Times New Roman que yo no era sordo, que no era necesario que gritara así, que hasta los vecinos podían escucharla. Y desde cuándo te importan los vecinos, me preguntó en un tono Gungsuh y sin quitarme los ojos de encima. Desde que me ven como a un pobre infeliz, ironicé en Comic Sans, ya todo el barrio sabe que vas a abandonarme. A-ban-do-nar-me, parodió mi voz en Ar Hermann, a los vecinos no les interesa lo que suceda entre nosotros, como tampoco me interesa a mí. Lo dices en serio, le pregunté en Calibri, pero me escuché tan blandengue que me acerqué hasta donde ella estaba y se lo repetí en Arial Black: Lo dices en serio. Ni sé preocupó en responderme, apenas murmuró algo en Webdings y me dejó plantado en el medio de la sala. Ya con la mano en el picaporte, se dio vuelta y me advirtió con un frío acento Courier New que muchas cosas tendrían que cambiar para que ella volviese, luego se marchó dando un portazo.

A esa hora, mi casa no parecía mi casa, se veía deslustrada por unos colores madrugadores que escondían otros matices más vastos. Si hasta un aroma a porvenir incierto recorría los ambientes, y una capa de vejez matusalénica me cubría el rostro.