Ya me parecía que le pasaba algo malo, porque hacía
bastante tiempo que no me cruzaba con ella en las escaleras. Lo habitual era que la encontrara al volver yo de hacer las compras, cuando ella salía a dar su
paseo de media mañana, siempre bien vestida y maquillada, arreglada con
collares y aretes tan encantadores que me mataban de envidia. Por eso, admito
que también acepté cuidarla por curiosidad, era mi oportunidad para saber si su
apartamento se adecuaba a su imagen de anciana elegante y refinada. Por el aspecto
de doña Matilde, imaginé que tendría una casa lujosa, con sillones capitoné de
pana y candelabros de bronce pulido, estatuillas de mármol sobre muebles de
estilo y grandes arañas de cristal, pero no, apenas entré vi que el lugar se
caía a pedazos, que los ambientes estaban casi vacíos, y que los pocos muebles
que había eran baratos y estaban todos rayados, escorados como barcos a punto
de hundirse, seguramente comidos por los insectos, supuse. En fin, la anciana
tenía lo indispensable para poder guardar tres o cuatro cositas
insignificantes, nada más. Confieso que ese panorama lastimoso me hizo
sentir un raro deleite, a veces la desgracia ajena me levanta un poco el ánimo.
Cuando vinieron a llamar a mi puerta, los hijos me
contaron que su madre estaba postrada desde hacía unos meses. Todo había comenzado
con molestias en la espalda que luego se transformaron en fuertes dolores de
columna y que terminaron en una espondilitis no sé qué, que la llevó a la invalidez
total. Ahora necesitaba alguien que la auxiliara en todo momento, una enfermera
o una persona de confianza, como yo, pues ellos no podían estar allí todo el
tiempo, tenían sus propias familias a las que dedicarse, y tampoco se trataba
de dejar a su madre con una…, con una, bueno, que así es la vida, que le vamos
a pagar cincuenta euros por diez horas, me dijeron, y luego me acompañaron
hasta el cuarto de doña Matilde. Se detuvieron en seco en el marco de la puerta
y me presentaron en voz baja, como si formaran una pareja de criados veteranos que le
anunciara, no sin temor, las malas noticias del día a su patrona. Yo intentaba
espiar hacia dentro por la V que se formaba entre los hombros de ambos hijos,
pero no llegué a ver nada, apenas si escuché:
-Mamá, aquí está la vecina del 3° B, ¿la recuerdas?
La señora…, la señora… ¿Cómo era su nombre? Ah, sí, Graciela, ella va a
cuidarte esta noche, ¿vas a portarte bien, no?, mira que…
Mira que qué, pensé, ¿sería una advertencia, una
amenaza? Cuando por fin se hicieron a un lado para que yo pudiera pasar, doña
Matilde me observó con recelo, entrecerrando los ojos, y después negó lentamente,
como dando a entender que no me había reconocido, sin embargo, sonrió con
amabilidad y me dijo hola, querida, siéntate aquí en esta silla a mi lado y cuéntame
cómo están las cosas en la calle, en el barrio. Por el rabillo del ojo vi que
los hijos salían furtivamente. La verdad es que no necesitó demasiados
preámbulos para soltarme la lengua, desde que Antonio se fue yo me encerré en
mi mundo, no se me presentan demasiadas oportunidades para hablar con alguien,
así que comencé a contarle sobre la nueva estatua de la plaza, los pillos del
mercado, las rebajas de las grandes tiendas, las últimas novelas que había
leído; pero al poco rato doña Matilde ya no me escuchaba, se había quedado dormida.
Entonces me detuve a examinarle el rostro con atención, aquella cabeza magnánima
que veía descender por las escaleras ahora parecía una gran nuez con los ojos hundidos
y varias mechas de cabello pajizo en uno de los polos, mientras que los dientes
postizos le colgaban inertes en esa rajadura ominosa con forma de boca. Lo
dicho, se veía como esas nueces que, al partirlas, están cubiertas de hilillos pegajosos
que rodean el fruto negro y reseco. Me impresionó, no quería seguir mirando
aquella monstruosidad, así que decidí ir al baño a hacer pis y así pasar el mal
rato, pero ella debía tener un sensor de movimiento, pues apenas me puse de
pie, sus ojos emergieron de las órbitas como dos pichones de buitre hambrientos,
entonces me dijo, con voz quejumbrosa:
-Tengo tanto frío, querida.
-No se preocupe, doña Matilde, ahora le traigo una
manta y ya verá cómo enseguida se le pasa.
Yo tenía un poco de calor, pero, pobre mujer, me
dije, saber que va a estar así, atada para siempre a una cama, debe hacerla sentir helada de desconsuelo. En el cuarto había un armario, y dentro del
mueble encontré dos frazadas gastadas, una de ellas se veía más liviana, la
saqué y se la puse sobre los pies.
-No me cubras sólo los pies, tápame también el
cuerpo, es que tengo mucho frío.
Hice lo que me pidió con mucha dulzura y pareció
calmarse, así que volví a sentarme, decidida a aguantarme las ganas de hacer pis
y esperar a que se durmiera nuevamente, pues ya eran las 2 de la mañana. Sin
embargo, Matilde no quería pegar los ojos, comenzó a contarme de don Gregorio, su
finado esposo, de cómo había llegado a Capitán de navío en menos tiempo que todos
sus compañeros de promoción. La escuché con paciencia hasta que el sueño me
venció a mí, es más, estaba soñando que Paul McCartney se casaba con la reina
de Inglaterra y que yo le llevaba la cola del vestido cuando oí la súplica:
-Ay, tengo tanto frío, querida, no puedo más.
La vieja ya comenzaba a fastidiarme, pero no quería
que se diera cuenta, fui sumisa hasta el armario y agarré la segunda manta, que
era de lana apretada y pesaba mucho, no podía fallar. Se la arrojé sobre el
cuerpo con brusquedad, lo reconozco, pero ella no dio muestras de haberlo notado,
al contrario, estiró una sonrisa satisfecha y se quedó mirándome fijamente a
los ojos de nuevo, como esperando algo más. Pero qué quiere esta vieja ahora,
pensé, que le cante una canción de cuna, que le cuente el cuento de caperucita roja
y el lobo, es lo único que me falta.
-¿Qué? ¿Necesita algo más, doña Matilde?, dígamelo de
una buena vez así ya se duerme, ¿no le parece?
-Es que tengo tanto frío que no logro conciliar el
sueño, ¿no me agarrarías la mano? -y la deslizó hacia fuera de las mantas, como
si fuera una rama grisácea, o un bicho extraterrestre, no sé qué, yo se la tomé
con cierta repugnancia. Estaba helada, eso hay que reconocerlo.
-Qué bien, querida, ves, ahora sí me siento un poco
mejor.
-Me alegro, pero ya está, es hora de cerrar los
ojos y…
-¿No te acostarías aquí a mi lado?
-¡Qué!
La pregunta me dejó de piedra, nunca había cuidado
a nadie, no tenía ni idea de lo que suele pedir la gente postrada, pero me pareció
que acostarse al lado de un enfermo no era algo normal. En fin, estaban pagándome
un buen dinero, lo necesitaba y quería que la vieja se durmiera de una puta vez,
por qué no aceptar. En definitiva, me acosté en una pequeña franja de cama en
la que apenas cabía. Ni bien lo hice, sentí un olor penetrante que me dio ganas
de vomitar, pero traté de contener el aliento y respirar por la boca. Todos los
viejos acaban adquiriendo ese tufo ácido tan característico, seguramente yo
también lo tendré en algunos años, reflexioné.
-Ven, acércate más, es que tengo tanto frío, mucho…,
mucho frío.
-Matilde, así ya está bien, déjeme de…
-Es mejor si te metes debajo de las sábanas,
anda.
-Pero que ya está bien, carajo, yo vine aquí para
cuidarla, no para soportar…
-Métete, querida, sólo tú podrías quitarme este
frío.
-¡Me cago en la puta madre! Es lo último
que hago, ya me parece que usted se está abusando, no soy un oso de peluche,
¿sabe?
-No, así no, ven más cerca, arrima tu cuerpo al mío
y dame tu mano…
-Mierda, es que…
Tomó mi mano derecha y lentamente fue llevándola
hacia abajo, entonces entendí de qué iba la cosa…, y sí, lo hice, qué joder, si
al final nadie iba a enterarse, ni siquiera la propia Matilde.
Cuando
llegaron los hijos por la mañana, al ver a su madre, se deshicieron en
agradecimientos y felicitaciones, me pagaron los cincuenta euros pactados y me
dieron diez más de propina. Estaban muy conformes. Me dijeron que yo había hecho exactamente
lo que ellos esperaban que hiciera. Les agradecí muchísimo, ese
dinero me venía muy bien a esa altura del mes, pero nada se comparaba con la extraña
dicha de ver a doña Matilde así, tan quieta, si hasta tuve la ilusión de que roncaba.
Estimados amigos:
ResponderEliminarDespués de mucho pensar sobre qué rumbo darle a este blog, decidí que voy a subir un relato nuevo cada tanto, mientras escribo otros textos con otros objetivos. Este primer relato lo escribí mientras viajaba en tren desde Madrid a Bilbao, durante la presentación de “Ecos de la Nada”.
Ahora vuelvo a sentirme yo mismo, éste, el que escribe.
Un fuerte abrazo a todos los amigos.
Humberto.
Ya sabes que apenas te conozco y he leído un par de cosas pero este texto tiene ese giro que despista.
ResponderEliminarPensé que se estaba muriendo... pero no precisamente de ganas, la verdad...
Me agrada saber que has hallado un puerto para ser tú el capitan del barco más grande.
Nunca dejes de ser tú mismo.
Un beso enorme.
Creo que ya tendrás tiempo de conocerme mejor, y lo espero.
EliminarMuchas gracias por entender lo que me sucede.
Un beso.
Claro que sí, y espero que sea mutuo. Es la forma de enriquecerse.
ResponderEliminarTodos tenemos a veces un rumbo por encontrar.
Un beso muy grande.
Va a ser mutuo, no hay dudas.
EliminarOtro beso.
a veces olvidamos que el deseo está en la mente, más allá de los genitales y de la edad senil.
ResponderEliminarme hiciste recordar a la culta y elegante cortesana de primera clase, la francesa ninon de l'enclos que aun a los ochenta años tenía un amante formal.
un abrazo
Es muy cierto, mi estimdo Draco, suele creerse que los ancianos no desean, no existen.
EliminarMuchas gracias por el comentario.
Un abrazo.
Sorprendente, intrigante y genial como siempre, hacía mucho que no visitaba tu blog, bueno, a decir verdad, ni el mío... Me alegro un montón de volver y de saborear estos relatos tuyos. Creo que lo principal no es que subas más o menos relatos al blog, lo importante es que hagas exactamente lo que desees hacer, así, siendo tú. Un abrazo.
ResponderEliminarYo también extraño tu blog y aquella retroalimentación literaria.
EliminarMuchas gracias por venir, un beso grande, Yashira.
No pude parar hasta terminar tu relato, me gusta como escribes y ademas una realidad que olvidamos que existe, sentir es la cuestión. Felicidades. Un abrazo
ResponderEliminarMe alegra mucho que te guste, Eyina.
EliminarUn abrazo y muchas gracias por tu opinión.
Es que nadie se da cuenta que la mató??? O estoy delirando!
ResponderEliminarQue lindo es tenerte nuevamente con estos relatos tuyos, no es que me molestasen las presentaciones pero te extrañaba, :-)
Me gustó mucho ese frío que recorre el alma.
Un besote.
Eres la primera que indica esa otra gran posibilidad, me resulta extraño que hasta ahora todos hayan pensado en que "satisfizo su deseo". Es más, te digo que si yo no hubiera escrito este relato, habría estado seguro de que la mató, hasta te digo cómo: la asfixió, pero no, lo escribí yo y más me vale mantenerme al margen, jeje.
EliminarUn beso grande y muchas gracias.
¡MUY BUENO!! El giro final que le diste es estupendo, nos has sorprendido a todos sin duda, en especial por el toque de humor final.
ResponderEliminarUn gran abrazo amigo...
Un humor un poco negro, pero humor al fin.
EliminarMuchas gracias por tu comentario, querido Luis.
Un fuerte abrazo.
El texto es magnifico, ligero y con toque de misterio que no suelta prenda de que va la cosa.. Pero , me dejó mal sabor el hecho de que los hijos pagarán y aun mas, se sintieran feliz de que todo terminara..prefiero quedarme con el otro final.... Besos.. Gusto en leerte
ResponderEliminarHay secretos de familia que no se confesarían a nadie, sea una u otra salida, me parece.
EliminarMe alegra mucho verte por aquí.
Un beso grande y muchas gracias.
Cincuenta euros por diez horas y diez por la eternidad no guardan proporción, teniendo en cuenta que con la propina estaban pagando la solución definitiva de un problema y de un gasto. Confieso que mi imaginación también me llevó a pensar que la mano había tenido que ir más abajo, pero no terminaba de encajarme el rompecabezas.
ResponderEliminarUn abrazo, Humberto.
A veces la solución definitiva cuesta muy poco dinero, pero demasiada alma.
Eliminar¿Cuán abajo habrá ido esa mano? Ni yo lo sé.
Un fuerte abrazo, Chema.
No es disparatada la idea de que la mató, incluso que eso buscaban los hijos. Como tampoco lo que entendieron en los otros comentarios.
ResponderEliminarIncluso podría ser una combinación de ambos, tal vez fue una emoción demasiado fuerte.
Con alguna de esas hipotesis, se podría darle un nuevo enfoque que la enfermera haya faltado. No le gustaba lo que empezaba a sospechar.
Da para interpretar ese relato tuyo.
Me gustan mucho tus dos ideas, tanto de que la enfermera se haya borrado porque sabía lo que se venía, como la de que hayan sucedido las dos cosas, como hacen algunos insectos, primero el sexo y después la muerte.
EliminarUn fuerte abrazo, Demiurgo.
Hola Humberto.
ResponderEliminarEl drama de muchas personas mayores, que son una molestia para sus hijos.La verdad es que prefiero quedarme con un interrogante en el final, no me gustaría que se la hubieran "cargado" sutilmente.
Me gustaría pensar que murió por si sola dulcemente al sentir el calor humano.
Besos desde Valencia, Montserrat
¿Que murió de placer?, digamos.
EliminarMuchas gracias por tu opinión, mi querida Montserat.
Un beso grande.
Eso.Gracias a ti Humberto.Un beso
EliminarY va otro...
EliminarPouah! me das escaloFRIOS !!
ResponderEliminarAlguien debería arroparte, Manouche :)
EliminarUn beso grande.
O la pobre doña Matilde se murió de gusto en un extasis final y definitivo... ¿Quién sabe, verdad? Con tu permiso lo arropo y le damos el debido cariño a doña Matilda, para que no tenga tanto frío, en esta cabina que también es la tuya.
ResponderEliminarUn abrazo.
Javier M.
Arrópalo, Javier, arrópalo bien, porque se me hace que este relato tiene mucho frío.
EliminarUn fuerte abrazo, mi amigo.
El relato es muy de tu estilo. Vas abriendo hipótesis; la nueva "cuidadora" empieza a perder los nervios y a morirse de asco. La vieja es buena gente y sus hijos unos desalmados...las mantas lejos de la vieja muerta de frío...evidentemente con tanta manta repentina muere de asfixia...La dejó quietecita ¡pero si hasta tuvo la ilusión de que roncaba! Lo bueno de ti, Humber, es que aunque todos esperamos esa vuelta de tuerca del final, lo haces tan bien que siempre nos sorprendes.
ResponderEliminarBesos.
Es lo que yo pensaba cuando le tiró encima semejante manta pesada, aquí va a terminar todo mal... o bien, ya ni sé.
EliminarTe confieso que quiero salir un poco de las vueltas de tuerca del final, y hasta este relato iba para ese lado, pero él solito me pidió ese desenlace.
Es así, mi querida.
Un beso grande y muchas gracias.
Envuelves en el misterio. Vas de lo cotidiano a lo extraordinario como sin darnos cuenta y sin la posibilidad de aplazar la lectura. Te felicito, Humberto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por tus palabras, porque vienen de un gran escritor, porque vienen de un amigo.
EliminarUn fuerte abrazo.
Tengo un par de amigas que llevan años atadas cuidando de sus madres dependientes y ellas mismas están enfermas de tristeza y desesperación, saltimbanquis para cuadrar horarios, ayuda y vida, sin poder tener vida propia ni libertad y aún sintiéndose culpables. Es un tema trágico y complicado.
ResponderEliminarGraciela sólo ha estado unas horas y ya ha perdido la paciencia.
Como el tema me toca, pensé que doña Matilde se había meado, y de ahí el frío.
Después que estaba senil y soñaba con su difunto marido. Mi propia abuela lo llamaba cuando la aseábamos.
Después que se murió de gusto.
Al final, me dejó con una sensación de frío de lápida.
PD:
Sigues sin pasar po Galicia cuando vienes a España :(
Besos!
Es un tema muy complejo, es verdad, hasta dudé en subirlo, pues algunos lo consideran tabú, pero qué más da, lo leerá quien entienda de la problemática y sus vicisitudes.
EliminarLo reconozco, mi querida, cuando estuve en España dije en todos lados que me faltaba ir a Galicia, error que voy a reparar.
Un beso grande.
Preciosa historia llena de humanidad,que refleja la situación real de muchas madres cuando llegan a esa edad, que por el trajin del dia a dia de sus hijos, tienen que recurrir a la ayuda de una acompañante para su madre.saludos cordiales.
ResponderEliminarLlena de humanidad, estoy de acuerdo, aquí aparecen todas las características de lo humano.
EliminarUn abrazo, Esteban, muchas gracias.
Me sigue impresionando la capacidad que tienes de golpear con la sorpresa cuando la lectura avanza con lo que ya no será el previsible desenlace.
ResponderEliminarUn saludo
Muchas gracias por tu opinión, Pilar.
EliminarEstoy escribiendo otros textos más llanos, pero llenos de contenido, veremos qué sale.
Un fuerte abrazo.
Pobre Matilde... Se ve que les estorbaba demasiado a todos. Un besote.
ResponderEliminarSuele pasar, lamentablemente.
EliminarUn beso grande, Álter.
Me he quedado con una sensación de frío que inunda todos mis huesos, de esa manera que ves imposible calentarse y solo una buena compañía y un buen vino son capaces de reparar, aunque sea solo en parte.
ResponderEliminarUn abrazo!
Pues si tienes un buen vino y compañía a mano, no hay por qué preocuparse.
EliminarUn fuerte abrazo, Alfred, muchas gracias.
Buff creo que en definitiva la mató la sensación de ver a su gran admiradora satisfecha de verla en tal degradación.... Pero se fue no sin antes degradarla a ella.
ResponderEliminarTodos por el piso, entonces.
EliminarUn beso grande, Sara.
Tengo mis dudas respecto a los hijos, y a que encontraran a su madre tal y como ellos esperaban. Lo que debio sorprenderlos fue que la vecina cogió el dinero y no rechistó por nada.
ResponderEliminarMuy interesante tu forma de mantenernos en la intriga hasta el último suspiro.
La moral de la protagonista está en duda desde el principio, ¿o no?
EliminarMuchas gracias por tu comentario, G, un abrazo.
Es curioso hasta el nombre de Graciela. En la historia hay tantas cosas que es difícil quedarse solo con una. No perdamos de vista a Graciela, su envidia, su necesidad de saciar su curiosidad por Matilda, tan empingorotada siempre que se cruzaba con ella. Y luego está Matilda, enferma pero lo suficientemente inteligente para salirse con la suya. Para pasar del frío al calor. En fin, esto por decir algo ya que caben otras tantas interpretaciones de la historia.
ResponderEliminarGenial, Humberto, no deja indiferente. Jajaja.
Me gustó mucho tu análisis, Angie, encontraste elementos muy buenos del relato para polemizar.
EliminarUn beso grande y muchas gracias, Angie.
Me ha gustado mucho tu relato, refleja muy bien esas carencias de todo tipo que sufren las personas mayores, tanto afectivas como emotivas y hasta diría yo sexuales, creo que cambiamos mucho más por fuera que por dentro, las necesidades de afecto siguen estando ahí por muy mayor que uno sea. La vecina de doña Matilde se portó como una buena vecina con ella, supo relajárla aunque al principio le costara, a veces sólo necesitamos un toquecito de afecto para sentirnos bien. Un besazo.
ResponderEliminarEso es muy cierto, cuando uno es un niño, cree que a los 60 años va a ser una persona totalmente diferente y no, somos iguales, tenemos los mismos sueños, deseos, defectos, todo igual.
EliminarUn buen punto para tratar.
Un beso grande, María Rosa.
Kaunis kuva perhosesta <3
ResponderEliminarKiitos paljon, Ronja.
EliminarHalaus.
Tengo que reconocer, Humberto, que me has hecho reír, y eso que al principio apuntaba a drama.
ResponderEliminarPero qué es la vida sino una tragicomedia, en la mayoría de los casos decadente como el piso de la señora enperifollada antaño.
Pero hay una sútil reflexión. Matilde aun medio muerta de vejez, de abandono y de frío se sale con la suya.
Por un momento vuelve a sentirse la mujer envidiada del vecindario, como si quisiera decirle a Graciela, hay "clases" que dominan y otras que obedecen.
Un abrazo, Humberto. Genial, me ha gustado un montón.
Qué buen análisis, Tesa, me encanta cuando se detectan estas cosas. Es decir, me gusta que un relato se entienda en su faceta más simple, pero cuando alguien llega a lo más profundo, me hace sentir realizado.
EliminarMuchas gracias, un abrazo muy grande.
Es estupendo que nos hagas pensar en esos dos finales. He disfrutado mucho del estilo narrativo, que es espléndido, para mí el protagonista. Vuelta a lo grande.
ResponderEliminarAbrazos.
Me gusta que tu comentario sea el de una persona que sabe de esto, pero que no hace aspavientos, sólo lo deja entrever.
EliminarMuchas gracias, un beso.
Un nuevo y genial relato muy en la línea magistral que te caracteriza.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué amable, José, muchas gracias.
EliminarUn gran abrazo.
Jeje, un relato que se lee muy bien y tiene un final inesperado, un relato que nos habla de las soledades y de los recuerdos. Surrealista imaginar dos ancianas liadas, y también hermoso pues qué bonito es el sexo vecinal. En fin, que seguro que te lo has pasado bien. Me gusta sobre todo toda la historia que te has montado cuando el final lo tenías claro.
ResponderEliminarLeo en los comentarios y dicen que la mata, releo y es cierto, se la carga. Joder, no me había enterado, pero sí. Pasar tanto tiempo contigo en Madrid me ha hecho bajar la guardia.
Pasar mucho tiempo conmigo es una desgracia, no sé cómo lo consigo yo mismo, creo que es por costumbre.
Eliminar¿Y por qué no pensar que suceden las dos cosas? Conozco muchos casos de "muerte por placer", digamos.
Me la he pasado muy bien escribiéndolo y corrigiéndolo, necesitaba volver a lo mío. Y hay mucho más, te aviso.
Un fuerte abrazo, Javier.
Apa, apa, se nos volvió todo "descloseteado" el hombre. No sólo asume un rol distinto, sino que encima juega con un erotismo bastante inhabitual. Con ancianitas no suele escribir nadie, ni siquiera un bloguero conocido que parecía haber explorado varias vertientes. Bien, Humberto. Kudos al explorador. Igual que Graciela extrañe a Antonio me dejó un poco preocupado viendo "por dónde viene la mano". Abrazo!
ResponderEliminarMe gustó meterme en la piel de una sesentañera y ver cómo resolvería una situación así.
EliminarNo estoy seguro que lo extrañe a Antonio, dice que se fue, pero me pregunto adónde se fue, si con otra o al otro mundo de tantas manos que le han dado.
Un fuerte abrazo, Ato.
En la piel de una sesentona no me metí todavía, pero estuve muy cerca...:-) Abrazo!
EliminarYo estoy metida a fondo en esa piel y os podría contar, me gusta más sesentañera que sesentona, esto último suena como muy rotundo jajaja. Disculpas a los dos por la intromisión pero es que me ha hecho gracia el comentario de A.Torrente.
EliminarMira María Rosa que el comentario de mi amigo tiene sus bemoles, lo habrás notado.
Eliminar(Menos mal que no puse sesentona, je)
Abrazo y beso según corresponda.
Ya, ya lo noté, tiene un puntito que me gusta, lo del abrazo y el beso lo dejo a tu elección a mí me encantan los abrazos y los besos y si a ti no te importa me los quedo los dos jajaja. Te mando un abrazo enorme.
EliminarNo sé porqué pero esa casa me ha traído a la memoria "La casa tomada" de Cortázar. Me ha dejado gratamente sorprendido este relato por abordar el sexo en la tercera edad, un tema que se suele evitar en estos tiempos tan políticamente correctos.
ResponderEliminarSaludos y me alegro de leer nuevos relatos!
Borgo.
Un artista no debería pensar en lo políticamente correcto, en la historia de la humanidad fueron los artistas los que han hecho mover un poco los mecanismos oxidados de lo que "está bien".
EliminarLo de "La casa tomada" no sé qué decirte, a mí este relato me lleva por otros lados.
Muchas gracias por tu comentario, Borgo.
Un abrazo grande.
Ups! não me tinha dado conta que tinha publicado.
ResponderEliminarEssa D. Matilde, uma velha matreira. Com toda a astucia lá conseguiu que a vizinha a "levasse ao céu" ;) ;)
Beijocas Humberto! Não sabe o que eu gosto de vir aqui!
Eu fico muito feliz por você gostar de vir aqui, minha querida, estou falando muito sério.
EliminarBeijos enormes.
<3
EliminarFULLL, MUY FULLLL RELATO!!!
ResponderEliminarABRAZOS
Muchas gracis, mi amigo.
EliminarUn fuerte abrazo.
El dedo que apretó el gatillo, hay más de una que D.E.P.
ResponderEliminarSoberbio desde el comienzo...
Un gran beso.
tRamos
El dedo de "esa" mano, si me permites el humor negro.
EliminarUn beso enorme, mi querida.
Es el fallecimiento de hipocresías y decadencia, cayó un telón raìdo y mal oliente.
ResponderEliminarAplaudo y no les doy el pésame a nadie.
Besos grandes.
tRamos
Aquí te has jugado más en el comentario, me gusta ese toque apocalíptico.
EliminarMás besos.
Leyendo tus relatos, siempre suelen dejarme en un cierto desconcierto, pues sales fuera de los patrones convencionales, de ahí tu genialidad.
ResponderEliminarGracias
Cecilia
Gracias por tu amable opinión, querida Cecilia.
EliminarUn fuerte abrazo.
Extraordinario! ...como siempre por otro lado.
ResponderEliminarNo es la primera vez que te digo que me encanta esa facilidad que tenés de no caer en lugares comunes, que tus historias nunca son lo que parecen a simple vista, y mucho menos terminan cómo uno supone.
Es lo que me pasa con "Ecos de la nada"... me gusta ya desde la primera historia... y aunque aún debo terminarlo, sé que no me desilusionará ningún relato.
Un beso.
Te aseguro que trato de no caer en esos lugares comunes, pero a veces yo mismo me desoriento y ya no sé quė es lo novedoso o no.
EliminarMuchas gracias por ser siempre tan amable conmigo.
Un beso grande.
No roncaba, no, la doñita, ronroneaba antes de despedirse de este mundo maloliente.
ResponderEliminarLa vejez de cerca, de tan cerca, ha de ser para no estar pagado con euros ni con dólares. Pero me quedo con la parte bonita...nunca es tarde para sentir placer. :-)
Un beso
Lo de ronroneaba me encantó.
EliminarEso, con la parte bonita para no preocuparnos.
Un beso grande, Maripau.
Como siempre, Humberto con tanta genialidad, sorprendiéndonos con tus finales, enredándonos en la intriga y esperando siempre lo insospechado. Tu relato tiene una gran connotación psicológica en donde abordas el deseo sexual de una anciana aferrada a la vida, en espera de ese último placer. ¡Extraordinaro estilo!
ResponderEliminarEs un tema complejo, pero tampoco quería hacerlo demasiado formal. Salió esto y me gusta bastante, que no es poco.
EliminarUn abrazo grande.
Me gustó la historia y ese final indeterminado para que cada uno elucubre sobre como acabó aquella noche.
ResponderEliminarTambién me ha gustado mucho como Graciela tornaba su humor e iba perdiendo la paciencia con el avanzar de la situación y las impertinentes muestras de frío de la anciana.
Un abrazo.
Me alegra que te haya gustado, sinceramente.
EliminarUn gran abrazo.
Sólo tú, arropado escritor, eres capaz de sorprendernos con finales que sobrepasan la imaginación.
ResponderEliminarHe pasado un rato muy entretenido leyéndote, es más, hasta me he reído con las salidas de la cuidadora cuando estaba al borde de que se le acabase la paciencia, pero el frío... ya sabes, hay veces que ni con mantas.
Agradezco mucho tu visita, para mí es un honor que te agrade mi espacio.
Te dejo cariños y mis mejores deseos para que tu imaginación siga forjando bellas entradas.
Kasioles
Hay fríos y fríos, querida Kasioles.
EliminarUn beso grande, gracias por tu opinión.
Hola amigo ...estoy a punto de salir de clase y antes de irme quiero saludarte ...
ResponderEliminarme gusta mucho el relato...esa señora que cuido el amigo vaya contenta que quedo ...jajaja claro al final la ternura y el amor es la mejor medicina...
Gracias por tu visita y ya estoy mejor pero estoy algo triste tengo mi hijo que no acaba de irse la fiebre...
Un beso
Marina
Muchas gracias, Marina, ojalá tu hijo se recupere pronto.
EliminarUn abrazo.
Un relato a la vez tierno, duro y sórdido. Es difícil combinar estos tres ingredientes, y lo has hecho muy bien, Dib.
ResponderEliminarPero sórdido, sórdido ¿eh?
Salu2 sin sordideces.
Y sí, es un poco sórdido, Diego. A veces salen así.
EliminarMuchas gracias por tu opinión, amigo.
Un fuerte abrazo.
nice photo
ResponderEliminarThe photo's not mine, but the story it is.
EliminarThank you, Richard.
Esta vez has jugado al despiste conmigo. Acabar con un "mundo" decrépito y maloliente con una especie de "mantis religiosa" personificada en la vecina del 3º... es realmente ingenioso.
ResponderEliminarLo de "mantis religiosa" me encantó.
EliminarMuchas gracias, María Pilar, un beso.
Hola Humberto, una historia muy intrigante, esa mano la llevó a disfrutar de la eternidad, así todos contentos, ella con su dinero y los hijos con un problema menos. Yo pienso también que ya estaba muerta antes de que ella la matara, si no a que viene tanto frío, en fin que yo veo varias interpretaciones.
ResponderEliminarUn beso y bien venido de nuevo a esto de escribir en el blog, un gusto leerte.
Puri
Gracias por la bienvenida, después de toda una época tan "comercial" necesitaba volver a lo que más me emociona.
EliminarUn beso grande, Puri.
Vamos y hablando en plata, que la vieja, no se quería ir de este mundo, sin que le metieran un buen viaje. Ya ni se acordaría, y no quería cascarla sin llevarse una alegría para el cuerpo. Por eso a la jodida, por mucha manta que se echara encima, no se le quitaba el frío. Esto es lo que he entendido yo, o estoy como una puta cabra, y por ahí no van los tiros.
ResponderEliminarFuerte abrazo Humberto.
Hay que irse con una alegría, al menos, Rafa.
EliminarSi estás como una puta cabra será por otra cosa, porque aquí estás muy acertado.
Un fuerte abrazo y muchas gracias.
Hola vos mismo! Cómo estás?
ResponderEliminarQue curiosa Graciela.
Siempre pienso en el olor de los viejos. No quiero oler a vieja. Algún día tendré que hablarlo en terapia.
Buena manera de conciliar el sueño.
Un beso.
Me necesitaba, Dana.
EliminarYo me huelo todos los días y, creo entender, huelo a mediana edad con bastante perfume, veremos qué sucede cuando el perfume no tape el ácido palmitoleico y los peróxidos lípidos, ahí estoy sonado.
Un beso grande.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarQue bueno que hayas vuelto...para vos! Porque nosotros si te extrañamos leemos alguno de tus anteriores "cuentitos baratos" y nos damos una panzada de maravillosa escritura! Avisa cuando hagas cuentos caros...creo que no tengo billetes grandes.
EliminarNo te parece que mucho perfume la caga?
Otro beso.
Bueno, depende de la ocasión, y tampoco uso perfumes invasivos, pero tenés razón mucho perfume puede quitar ese olor tan necesario.
EliminarCuando salgan los billetes de 500 hablamos de mis cuentos caros. Hay gente muy idiota, no dejo de sorprenderme.
Y más besos.
Desde el celular se me van dobles los comentarios.
EliminarLo bueno es eso justamente, no dejar de sorprenderse.
Si, tengo espalda.
;)
Estaba doble, ja.
EliminarLinda espalda, ojalá el frente acompañe ;)
A mi me acompaña de maravillas Humberto.
EliminarFrente a la mirada de los demás, quien sabe, hace años que no pregunto. Creo que lo importante es que hasta ahora nadie vomitó cuando me doy vuelta.
Y si llegaran a vomitar...estoy en la etapa que te alcanzo un pañuelo para limpiarte.
:)
Epa... no es para tanto.
EliminarNo, no lo es. Pero soy mujer, exagero. Como Graciela, que tanto puteo tanto puteo pero parece que mal no lo hizo.
EliminarBesos otra vez.
Tiene mucho interés el relato y con un final sorprendente.
ResponderEliminarY, como siempre, muy grato disfrutar de tus escritos.
Muchas gracias por tu amable visita.
Un beso para tí
Nada que agradecer, yo visito a los amigos cuando puedo y lo hago con mucho placer.
EliminarUn beso grande.
Humberto, es un relato muy interesante, te quedas atrapada entre tu letras. Eso nos da una idea, que cuando somos mayores necesitamos afecto. Solo queremos lo que no tenemos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cuando llegue a viejo podré decir lo que necesito, pero me imagino que será muy parecido a lo que necesito ahora: todo, jaja.
EliminarUn fuerte abrazo, Cristina.
Así que eres un historietista genial... sorprendido quedo por la calidad de tu relato. No sólo por la narrativa y el contenido, que me ha dejado un sabor agridulce, si no por la pobre Matilde, que al final tuvo lo que quería aunque fuera una última vez. Quizá a poco más aspiremos el resto, después de todo.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias por tu visita y comentario, Holden, el tuyo es un blog para recomendar.
EliminarEstamos en contacto.
Un abrazo.
Pero qué relato, Humberto! Me lo leí de un tirón y sin poder parar.
ResponderEliminarUna historia cruda en el fondo, de soledad, porque acaso ese frío que la embarga es eso. Unos hijos que despachan a su madre sobre las manos de una extraña para que cumpla con tareas "extras" y un entorno que da para pensar en el deseo latente más allá de cualquier edad o circunstancia. Por otro lado la vecina, creo, jamás podrá olvidar como ha ganado esos euros. En fin, como siempre, feliz de leerte y sorprenderme con tus letras.
Un abrazo enorme.
Muchas gracias por el comentario, Karina.
EliminarVeo que has detectado perfectamente todos los ejes del relato, es una situación compleja que necesitaba tratar, pero no quería irme para ningún extremo, ya te imaginarás.
Un beso grande.
Bueno, a mi humilde entender, lo has hecho perfecto! Besos!!!
EliminarEntre nosotros, que total esto no lo lee nadie, es una versión reducida, pues el cuento es más largo. Cada vez me gustan menos los microrrelatos, pero POR FAVOR, que quede entre nosotros, eh.
EliminarMás besos.
Jajaja bueno prometo guardar el secreto! Y me gustaría mucho leer el cuento completo, debe ser genial.
EliminarMás besos ;)
El cuento completo va al libro... veremos si vienes a la presentación esta vez, jaja.
EliminarY un abrazo.
Sí, claro que voy! Avisame cuando es! Beso!
EliminarCalcula que en un año y medio, jeje.
Eliminar60 euros son 60 euros, y mucha gente hace cosas "peores" por mucho menos...
ResponderEliminarNos leemos.
Te debo una reseña, no me olvidé.
J.
Yo hice muchas cosas por menos, pero no sé si peores, mejor no pensar.
EliminarNo hay problemas, yo también te la debo, recién hoy tuve un poco más de tiempo, fueron dos meses a full.
Un abrazo, José.
Usted no respeta la edad no sabe que puede herir a personas de bien con sus cuentitos baratos.
ResponderEliminarEn lo único que coincido es en lo de "cuentitos baratos".
EliminarSalud.
Hola, acabo de regresar a Barcelona y veo que ya has hecho las presentaciones.
ResponderEliminarEnhorabuena y mucho éxito.
En cuanto al cuento, muy bien, valentía se llama el considerar que todo lo humano puede contarse. Yo así lo he hecho.
Sí, ya fue hace casi un mes, ¡cómo pasa el tiempo!
EliminarEs así, lo humano se vive y se cuenta.
Un fuerte abrazo.
Curioso y sorprendente comportamiento en una anciana pero aún más sorprendente es el de la cuidadora. ¡Mucho tenía que significar ese dinero para caer en una situación así! Bueno, cuando se trata de humanos lo más insólito puede suceder. Es nuestra condición que siempre podemos llegar a caer más bajo.
ResponderEliminarSaludos cordiales. Franziska
No sé si más abajo o más arriba, pero cabe que hagamos cualquier cosa.
EliminarUn abrazo grande, Franziska.
Yo naturalmente no insulto a nadie, solo doy mis opiniones que confío no sean tomadas de un modo personal. En cuanto a lo del pago por insultar, habría quien lo haría porque tú mismo has desarrollado un relato cuya justificación era el pago recibido. Cuando el dinero media...puaf, cualquiuer cosa es posible.
ResponderEliminarEs una broma, amiga... Bueno, alguna ha insultado en el pasado.
EliminarOtro abrazo.
Seguramente, Humberto, nada es lo que parece...
ResponderEliminarEl golpe del sueño 'reina de Inglaterra que se casa con Paul McCartney', es genial jajaja... se me quedó una medio sonrisa ya hasta el final, y no pasé frío.
Besos mil
Son esos guiños que uno se hace y que no todos descubren, pero que causa alegría cuando alguien los detecta. Hay otros más personales, pero no tiene mayor importancia.
EliminarUn beso enorme, Milena.
Si hizo lo que los hijos esperaban que hiciera, significa que Graciela era bastante hija de puta, ja. Y por lo visto Matilde debía pedir cosas cochinas a su propia familia y hacía de sus vidas un calvario para que tomaran esa determinación.
ResponderEliminarEs un final excelente, si es que lo entendí bien.
Saludos
Y sí, puede ser, Raúl, te aseguro que me encantaría saber cómo era Matilde y todo su séquito.
EliminarClaro que lo has entendido bien, amigo.
Un abrazo.
Un relato bien construido y llevado de tu mano mi querido amigo. Sorprende también como has jugado con el dialogo y los personajes escogidos, como siempre un placer leer tus escritos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Muchas gracias, Rosana.
EliminarUn fuerte abrazo.
Debo de ser la más loca de por aquí, porque al decirle la anciana que se acostara con ella y se acercase más, pensaba que Matilde quería matar a Graciela, luego pensé en lo de satisfacer su deseo y por último sopesé la posibilidad de que Graciela hubiera matado a Matilde... En fin, sea cual sea el final, es un buen relato y he disfrutado leyéndolo :)
ResponderEliminarUn saludo y pásate cuando quieras :3
Era una buena posibilidad, Utopía, en determinado momento se sabe que algo va a pasar, pero no sabemos bien qué.
EliminarCuando pueda paso, te lo prometo.
Un beso.
Magnífico relato y has descrito maravillosamente bien lo triste de la vejez y la soledad. Me lo leí sin pestañear. Un abrazo y buen finde
ResponderEliminarMuchas gracias por tu opinión, querida Katy.
EliminarUn beso grande.
Maravilloso,como siempre sorprendente!
ResponderEliminarMuchas gracias, Luna Roja.
EliminarUn beso grande.
Deslumbrante relato... Siempre es una gozada visistarte y cogerte de la mano para caminar por el camino de tus palabras... Besos desde el Sur....Eres grande...😘😘😘😘
ResponderEliminarMuchas gracias, mi querida Silvia.
EliminarUn beso desde un poco más al Sur.
Hola Humberto!!!!!
ResponderEliminarEs triste la necesidad de tener que hacer cosas que uno no quiere, pero así es la vida la mayoria de veces. Lo bien que se quedó la buena señora!! Pero lo peor de la vejez, es que acaba con tu independencia, necesitas a alguien para todo y la soledad cuando uno no la desea.
Te felicito por el buen desarrollo de tu historia, casi entro yo también a esa casa, jajaja.
Un abrazo muy fuerte!!!!!!
Espero que todos hayan entrado un momento en esa casa, es el ideal del escritor.
EliminarUn beso grande y muchas gracias por tu cariño.
He quedado anonadado con las ambiciones de estas dos mujeres, Graciela por lo económico, Matilde por lo sexual.
ResponderEliminarMe gustó mucho, has hecho de esta habitación un mundo.
Te felicito,
un abrazo.
Pedro
Muchas gracias, Pedro.
EliminarUn fuerte abrazo.
Un texto realmente sorprendente. Das un giro que deja ojiplático.
ResponderEliminarYo subiría lo que le dan esos sí. Te sorprenderías de lo caro que está cuidar enfermos.
Puedo imaginarlo, con 50 euros se quedan cortos.
EliminarUn abrazo grande, Miguel Ángel.
Hola Humberto ya estoy de vuelta no sé por cuanto tiempo, no del todo recuperada pero mucho mejor.
ResponderEliminarUn relato tan real como la vida misma, la vejez se lleva la energía, la vitalidad y las fuerzas de seguir adelante.
Esa soledad sea en casa propia o en lugares especializados, cuidar de personas así requiere un fuerte estómago y un gran corazón, si no fuera por compasión y ternura, nadie entraría en esa casa que al leerte entramos mucho o poco o trabajaría en esos lugares, con hedor poco agradable, ese trabajo no hay precio que lo pague.
Muy real y buen relato, no te olvido aunque lo parezca, no me olvides.
Un abrazo
Ambar
Nunca voy a olvidarte, mi querida Ámbar, eso te lo aseguro, y si no paso tan seguido por tu blog es porque estoy demasiado liado, tenme paciencia.
EliminarUn beso grande.
Nos dejas un gran relato,Humberto, lo que puede llegar a hacer el ser humano por dinero, la necesidad de siempre ha empujado a las personas a ni teber escrúpulos. La vejez es triste, todos los adjetivos que se le ponga son así de feos.Lo bello de la vejez pasa desapercibido ante los ojos de los humanos. Mi felicitación por eres genial.
ResponderEliminarGracias por tu visita y lectura de mis humildes poemas. Agradezco de veras tu visita maestro.
No tienes nada que agradecer, pasé porque me gusta lo que haces, es tan diferente a lo mío que me despeja la mente.
EliminarUn beso y muchas gracias.
Fuerte tu relato Humberto, pero describes ambos mundos muy certeramente, felicitaciones por tus relatos!
ResponderEliminarMuchas gracias, Carmen, eres muy amable.
EliminarUn abrazo.
Hola, Humberto. Me ha parecido muy certero ese asco que parece despertar la ancianidad en algunas personas, ese trato deshumanizado, esa despersonalización de quien cumple demasiados años. Es como si nosotros no fuéramos a ahcernos mayores, como si nuestro cabello no fuera a encanecer. Me niego a utilizar la palabra compasión, porque parecería propio del magnánimo portarse ajustadamente con sus smejantes. Empatía es lo que me viene a la cabeza. Por otro lado el giro es perfecto, pocas cosas hay tan simbólicas de la vitalidad como es el sexo, y como de costumbre, ningún incauto debería negarle al ser humano la condición de tal, impulsos incluídos. Pero explícaselo tú a alguien que, si bien no esta dispuesto a aceptar a otro como es, esta dispuesto a negarse por cincuenta euros, ni en la mezquindad de la protagonista hay consistencia. Uno no sabe si sonreír o fruncir el ceño, y es una sensación interesante.
ResponderEliminarUn abrazote, Humbverto! ^_^
La empatía escasea, mi estimado Jorge, pero no sólo en relación con los ancianos, sino con los pobres, los desesperados, los enojados y así. La gente busca identificarse con todo aquello que sea lindo y exitoso, como si esas cosas fueran a contagiarse. Tampoco creo que sea un mal de nuestra época, aunque es verdad que en el siglo XXI está muy exacerbado.
EliminarYo mismo no sé qué hacer frente a este relato, mi mejor salida es verlo como si lo hubiera escrito otra persona, entonces puedo ser un poco más cruel.
Un abrazo grande.
Humberto, hola. Regreso por estos lares.
ResponderEliminarEl asco hacia la anciana está ahí en el relato, pero me parece que se da en una primera lectura. El asco real está es en los hijos. Su manera de buscar esa "tranquilidad" en la anciana, su manera de lavarse
Humberto, abrazos. Nos estamos leyendo.
Los hijos se lavan las manos, pero nunca van a tenerlas limpias.
EliminarBienvenido en este vuelta, amigo.
Un abrazo.
Dios mio, Dib. Hay cosas que la mente se niega hasta pensarlas.
ResponderEliminarAbrazos, atrasados.
(te escribí comentario en el post anterior)
Justo donde se niega a pensar la mente es donde más me gusta investigar a mí.
EliminarUn beso grande, Soco.
С интересом прочел ваш рассказ, очень поучительно....
ResponderEliminarВы говорите по -испански?
EliminarOбъятие
Magnífico relato, escuché también el audio en La Taberna, ambos han hecho magia.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo maestro.
Muchas gracias, Ricardo, eres muy amable.
EliminarUn abrazo grande.
Puede parecer este relato sarcástico, estrafalario, irónico, terrorífico a ratos y hasta burlón. Pero yo lo he sentido con una honda ternura. Una ternura dramática y solitaria, porque se trata de la necesidad imperiosa de un ser humano. Un ser humano que pide algo de calor íntimo, quizá una añoranza revivida de otros tiempos a través de una mano que entra allá donde se despierta el fuego sexual y también la vida. Un ser invalidado como persona, y casi desde la muerte lo está reclamando... , fuera de convencionalismos. De modo que la necesidad (y la enfermedad) convierte a las personas en astutas (o ingenuas como niños...), y les hacen olvidar sus miedos sociales y prejuicios. La parte más "surrealista" para mí no es que una mujer añore ciertas sensaciones, sino que tenga que llegar a ellas de un modo tan triste y a través de alguien completamente vulgar, que sólo desea fisgonear y dinero. Repito, es para mí tristemente tierna. Magistral toda la narración es sus imágenes literarias descriptivas y tan vívidas como: "muebles... escorados como barcos a punto de hundirse"; "órbitas como dos pichones de buitre hambrientos"... y luego, la jugosa descripción del ambiente.
ResponderEliminarEl desparpajo y avidez de la vecina es también digna de mención, y no queda fuera tampoco su desvalimiento y miseria espiritual, ansiosa de "soltar" la lengua y desahogar su soledad. La ambientación llega a ser misteriosa... En fin. Una delicia. Escucharlo en "La taberna del callao" es ya el sumum de la perfección... Enhorabuena por estos cuentos de matices raros, pero mezclados, y que dejan ese sabor agrio y triste.
Un saludo simpático
Ante todo, eres una excelente lectora, todo lo demás viene solo.
EliminarMuchas gracias por este comentario tan detallado y acertado.
Un abrazo.
Increíble el comentario!!
EliminarTe superas en cada texto, el comentario de Volarela lo dice todo, que mas agregar??
ResponderEliminarQue esta nueva etapa sea un paso grande en tu camino ascendente.
Besos
Muchas gracias, Estrella, vamos a ver qué sale.
EliminarUn beso grande.
Buenísimo, Humberto, te lo juro, desde el principio hasta el final.Tienes muchos puntos de sarcasmo mordaz, pero pero te diseccionaré, ligeramente, tan sólo dos, para que el comentario no sea demasiado extenso.
ResponderEliminar1- Se les hacía el favor, totalmente a los dos hijos...
2- Las desgracias ajenas envilecen pero satisfacen.
Un abrazo y me encanto conocerte en materia carnal.
Muchas gracias por el comentario, Carmen, y a mí también me encantó conocerte en persona.
EliminarUn fuerte abrazo.
La vejez no me asusta. Lo que si es la actitud que tome quién tenga que cuidarme. Y es que a mi los viejitos nunca me gustaron.
ResponderEliminarUn abrazo
La vejez es un concepto, lo que viene con ella ya no, eso es preocupante, depende de cómo lo llevemos y de quiénes tengamos al lado.
EliminarUn beso grande, Malque.
Me atrapa, Humberro, la sutileza para contar esta "necesidad" de una anciana moribunda. Quien diga que no le han dado asco o terror los viejos...es un mentiroso de todos los pelambres. Aquí, HUmberto, hay que mirar la condición humana, y hasta dónde puede llevar el evento de sobrevivir, en esa mujer que soporta todo lo vomotivo que puede ser un anciano y sus manías, o acaso con sus placebos sexuales? UN abrazo, y siempre mi respetos por su narrativa. Carlos
ResponderEliminarMe alegra mucho que te haya gustado, Carlos.
EliminarMuchas gracias por el comentario cuidado.
Un abrazo grande.
Hola, Humberto
ResponderEliminarBuen relato como siempre. Me parece bien que las señoras mayores se arreglen bien pues me da la impresión que aún le cantaran a la vida. Al parecer la del relato ya estaba demente. Dicen que la necesidad tiene cara de perro; qué horror.
Cordiales saludos, un abrazo
Muchas gracias por tu comentario, Rud.
EliminarTienes mucha razón.
Un abrazo.
¡Caramba que no me esperaba yo esas intenciones!
ResponderEliminarMuy bien llevado Humberto, un texto pulcro y que de segunda lectura saca muchos matices que son dignos de elogiarte.
Un abrazo y enhorabuena.
Una vez una viejecita me llamó desde la puerta de su casa para pedirme un favor. Cuando subí, la casa era tal y como la describes. Me he pasado el relato diciendome, anda como a mí me pasó, y eso... anda como a mí, y eso también como... ¡la madre que te! Muy bueno el cuento, el ritmo, la ambientación... un placer leerte. Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias, Javier, es que me metí en tu mente para plagiarte ;)
EliminarUn fuerte abrazo, sincero y afectuoso.
Hola Humberto! Hace poco regresé a blogger y qué bien comprobar que sigues aquí. Me ha inquietado mucho tu relato, hasta el punto de no ssber si sentía asco o miedo, pero a la vez desprende algo de tristeza que me ha inspirado mucha ternura. Quizá compasión es más bien la palabra. Y qué bonito que escribas sobre los ancianos, esos grandes olvidados que a veces incluso sin querer deshumanizamos. Me alegra leerte.
ResponderEliminarUn abrazo!
Andi
Muchas gracias, Andi, bienvenida de vuelta, te prometo que cuando puedo voy a visitarte.
EliminarUn abrazo fuerte.
El tratamiento literario que acostumbra a hacerse de la vejez se aparta de la realidad. Por eso me ha gustado el tuyo: te has apartado de los cánones imperantes...
ResponderEliminarUn abrazo
Me alegra que así lo entiendas, Luis.
EliminarUn abrazo grande.
El tratamiento literario que acostumbra a hacerse de la vejez se aparta de la realidad. Por eso me ha gustado el tuyo: te has apartado de los cánones imperantes...
ResponderEliminarUn abrazo
Estou a tentar visitar todos os seguidores do Peregrino E Servo, pois por uma acção do google meu perfil sumiu e estava a seguir o seu blog sem foto e agora tive de voltar a seguir, com outra foto. Aproveito para deixar um fraterno abraço e muita paz e saúde.
ResponderEliminarAntónio Jesus Batalha.
Valeu António.
EliminarAssim que eu puder, vou te visitar.
Um grande abraço.
Hoy amigo esto me ha dado un poco de asquito, no se si por el acto por los olores que me has hecho sentir
ResponderEliminarSiempre es un placer leerte
Cono no te des prisa, Humberto, este espacio tuyo de comentarios se va a convertir en un tablón de anuncios en toda regla...
ResponderEliminarDeberías echar un vistazo y pensar un poco.
Besos.
Thank you, Patricia.
ResponderEliminarEres muy amable, Nélida, me alegra que hayas detectado esas segundas y terceras lecturas.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Creo que hay espacios de promoción mucho más productivos que este, es verdad, vas a tener que poner algo de dinero.
ResponderEliminarPor cierto, ¿qué te pareció el relato?
Un saludo.