Discusión letrada I

Cierto día las letras comenzaron a discutir sobre cuál era la más importante de todas. La a afirmó que no sólo era la primera, sino que también tenía dos patas, no una, como la i, por ejemplo, ironizó; pero la i le retrucó diciéndole que al menos ella tenía cabeza, y que prefería tener una sola pata, pero cerrada. La j afirmó que ella también tenía cabeza, pero que sus curvas eran más marcadas, a lo que la o respondió que era más apetecible una redondez bien definida que una semirrecta anoréxica. Para evitar que la controversia siguiera por ese camino, la x argumentó que ella tenía dos patas y dos brazos, que era más útil, que con su amiga y figuraban en todos los manuales de matemáticas. La b dijo que bueno, que basta, que era todo muy bulgar, pues no era ducha en ortografía. Qué horror, remarcó la r, mientras la h permanecía muda. Cuando la π quiso entrar en la contienda, todas dijeron al unísono que ella no pertenecía a ese alfabeto, que se largase con los suyos que bastantes problemas económicos tenían. Al final, mucho se dijo, pero nada se concluyó, con excepción de que se organizaría un certamen para saber, de una vez por todas, cuál de ellas merecía el mejor lugar. Así nacieron los concursos literarios: algunos los ganan.