Lucinferno

Estoy seguro de que no fue en La Divina Comedia del Dante o en la Metamorfosis de Ovidio, pero no recuerdo con exactitud dónde lo leí. Si sé que decía que el más terrible de los castigos en el infierno -otorgado a los suicidas- es armar rompecabezas de caras humanas. El desgraciado se encuentra encadenado a una mesa de hierro y tiene que encastrar las piezas en el lugar correcto, pues, de lo contrario, sufre torturas aún mayores -agujas al rojo vivo debajo de las uñas, esas cosas-. A medida que cada pieza encaja, un rostro va tomando forma, entonces este penado del infierno se une al ser vivo al cual el rompecabezas ya prefigura y comparten algunas pesadillas, tribulaciones o ideas obsesivas, como si ambos fueran dueños de un mismo espíritu. Cuando el condenado coloca la última pieza, el poseedor del rostro del rompecabezas es acometido por un desesperante desasosiego, un vacío y dolor tan profundos que no ve otra salida que no sea suicidarse. Mi preocupación es que compré un puzzle de 1000 piezas que en su caja representaba el Coliseo Romano y lo que acabo de formar es un rostro de un sujeto que -con mirada perpleja y confusa- lee el relato de un blog.