Maldigo tu odiosa cara que no puedo dejar de amar al recordarla…
Repito la frase mientras me balanceo en esta cuerda floja y límite en la que estoy parado. Doy un paso, doy otro y no sé bien cuándo voy a caer, pero sé que voy a caer. En definitiva, todos tenemos nuestras cuerdas y todos vamos a caer. Pero antes de precipitarme, querría cruzar una vez más. Sí, cruzar por aquel camino flotante: Si tan sólo pudiese volver a cruzar por esos pesqueros anclados, deseándote al borde de cada salto. Cuando aquella noche saltamos a la borda de la trainera, nuestros pies produjeron dos sonidos ahogados y oxidados que se propagaron por todo el barco, reverberando en los otros navíos a los que estaba amarrado. Y ese reverbero contagió al agua y el agua contagió a los peces y los peces a las rocas del fondo del mar. Todo parecía estar ligado por una mágica armonía, todo parecía depender de nosotros. Pero algo te asustó, creíste que había alguien más escondido en esa nave sucia de petróleo. Te agazapaste, con un gesto de tu mano me ordenaste que yo también lo hiciera y comenzaste a hablar en voz baja y temblorosa. Entonces pensé en el susurro de las hojas de un plátano acariciadas por la brisa en una tarde de primavera. No te comprendí, pues quería ceñirme al aire que se escapaba de tu boca y no al sentido de tus palabras murmuradas. Me inquiriste con la mirada y yo asentí con la cabeza sin saber por qué lo hacía, pues no te había entendido. Entonces vi que te acercabas hacia mí con los brazos extendidos, te vi cerrar los ojos justo antes de completar el abrazo. Allí te perdiste, desapareciste en el espacio que hay entre mi cabeza y mi hombro. Aspiré el aroma de tu cabello que no era rubio pero parecía rubio -no me preguntes por qué-, entonces emitiste un corto gemido de satisfacción cuando te apreté contra mi cuerpo. En aquel momento supe que todas esas calles de pequeños paralelepípedos quedarían grabadas en mí para siempre, supe que ya no podría escapar de la mirada ciclópea del cajero automático que no entregaba nada más. Por eso, como un loco eufórico, le pedí dinero a alguien aunque ese alguien me lo negara de mala forma. Vos no entendías el idioma, sin embargo te reíste del tipo al que le sacamos otra cerveza con sólo unas palabras falsas pero amables. Y fuimos a parar a Morte Certa, ese bar que casi se caía de la ciudad, allí nos sentamos a escuchar el cloqueo de zorzal asustado de una vieja prostituta, quien contaba a los borrachos del lugar sus hazañas con extranjeros adinerados que la habían amado y la habían hecho recorrer el mundo en tiempos pretéritos. Jamás le creímos a aquella heroína hetera. Sin importarnos en lo más mínimo, la dejamos que siguiese arrastrando el portugués por las resbaladizas sendas que trazaba su lengua dormida de alcohol. Mientras tanto, seguimos pidiendo Martini, pero nos daban Contini (aluminio por plata). Y volvimos abrazados, haciendo eses por las callecitas de Angra, chocando cada tanto las caderas. Nos mirábamos y nos reíamos de todos porque creíamos que nuestras andanzas eran lo mejor que podía existir en el mundo, que Nada ni Nadie podría superarlas. Queríamos congelar, paralizar ese momento. Pero, algo pasó: Peleamos. Sí, peleamos porque hacía un poco de frío y yo tenía más sábana de mi lado. Entonces tironeaste y yo también tironee y peleamos y perdimos una noche y hoy para mí una noche es Eternidad. No me maldigas por eso, te lo suplico, ya lo hago yo. Cada instante se vuelve un latido que bombea recuerdos a mi cabeza. ¿No sentís lo húmedo dentro de lo húmedo? Porque yo aún lo siento, lo siento como una sed, como si la sed de lo bebido aquella noche aún no se hubiera apagado y lo que quedase fuera apenas la imagen de un pequeño universo en expansión que, como resultado de la borrachera, dejaste estampado en el piso gastado de un baño de hotel. Desearía que hiciéramos el amor otra vez y que -sin darnos cuenta- nuestros cuerpos girasen en la cama marcando un tiempo interminable. Igual que dos manecillas de un reloj eterno: yo el minutero y vos la de la hora. Querría que empezásemos a las 12 en punto, juntos, a lo papá y mamá, y que terminásemos mucho después: Cinco Zero Sete. ¿No podés ver mis ojos resplandeciendo a través de las noches? ¿No podés escuchar la lluvia llorisqueando como un niño? ¿No podés decirme aquellas palabras esperadas como un engaño? ¿Por qué no dejás de escabullirte de mis manos? ¿Por qué no venís una mañana derribando mi puerta? La bebida ya trepó a mi cabeza y te necesito más… aún más. ¿No entendés el significado de mis pensamientos? ¿O es que estamos tan lastimados que confundimos cualquier caricia con amor? Ya es la mañana y estoy saliendo de una casa cualquiera, liberado de unos brazos cualquiera de una mujer cualquiera; caminando debajo de una lluvia de luces vertiginosas. Las luces de los parabrisas, las luces de las caños lustrosos de las bicicletas, las luces de las vidrieras, las verdes luces que derraman las hojas de los árboles y que lastiman mis ojos: vertiginhojas. Esta lluvia de luces me destiñe y ya no estás. En principio es como si me arrojasen harina sobre el rostro y apenas unos huecos vacíos diferenciaran las órbitas de mis ojos del resto de la cara, pero luego el blanco de la harina da paso a la verdadera luz, y yo soy una gota más de luz en esta lluvia de luces vertiginosas de una mañana soleada de noviembre, una luz que recuerda y ama, mientras vos decidiste apagarte y hacerte oscura y peligrosa como un agujero negro. Tu ausencia oscura hace más luminosa mi nostalgia. Entonces me detengo, herido sonrío en complicidad conmigo mismo, y para hacer más intensa tu ausencia no dejo de repetir. Repito, simplemente para no dejar de pensar, repito.
Maldigo tu odiosa cara que no puedo dejar de amar al recordarla…
Es muy MUY nostálgico, no conocía esta faceta tuya Humberto!
ResponderEliminarLucas
Cinco cero siete de Habitación disponible. Es tu texto más oscuro, Humber? Es hermoso, pero me deja un sabor amargo y triste. Lo conocía de Quaderns Digitals Net, pero está modificado veo. Está bueno que subas cosas de antes.
ResponderEliminarBesos y hasta el próximo post!
Caro
Creo que es interesante que postees textos largos, uno puede leerlos más de una vez en la semana puede sacarles el jugo de otra manera.
ResponderEliminarCinco zero sete me pareció un texto que sube su clima de nostalgia y angustia, muy bien logrado eso, me gustó la imagen del bar perdido en el medio de la nada. Un logro!!!
Jaco
Me pasó lo mismo que a Jaco la primera vez que lo leí, lo primero que me quedó fue cómo subía el clima de angustia, y también ese bar y esa nave. Y en el resto me lleva a otras playas, otros bares, otras callecitas que no son de Angra por cierto. Pero como siempre me llevás hacia algún lado que ya conocía desde antes. Me encantó como la primera vez que lo leí y me gustaron también los pequeños cambios. Me deja un poco como conmovida, porque siempre llegás y "movés" con tus relatos.
ResponderEliminarMe dejó triste tu texto de esta semana, por lo que leí no es algo nuevo, creo que tiene imágenes muy bonitas, pero me gusta más lo que escribís ahora. Soy una persona un poco tristona y me afectan los relatos tan nostálgicos. Siempre tu fiel seguidora.
ResponderEliminarSabri
NEGRO: 507 TE APRIETA LAS BOLAS (PERDON), TE HACE SENTIR EL DOLOR DE VIEJOS AMORES PERDIDOS QUE SOLO DUELEN PORQUE ESTAN PERDIDOS. ESTARÍA BUENO AFANARTE ALGUNAS FRASES PARA DECIRSELAS A MI NOVIA, PERO ELLA LEE TU BLOG. JEJE. UN ABRAZO. CHRIS
ResponderEliminarHola. LLegué a este blog navegando y me parecio todo lo que vi interesante y muy especial. Veo que publicaste libros. Te sigo leyendo...mucho exito!
ResponderEliminarFabio
Muy lindo Humbert, no lo siento sombrio ..... lo siento iluminado, cuanto amor, no?
ResponderEliminartiene de todo me gusta,
Poético y melancólico, como un amor que no está más. Es grandioso, Humberto!
ResponderEliminarHumberto: El texto está muy muy bueno, pero hago mi voto para que subas escritos más cortos, no siempre tengo la posibilidad de leer los largos en mi laburo. Con afecto. Eze
ResponderEliminarLeo que te piden esto, te piden lo otro, yo creo que tu estilo es único y lo desarrollás a lo largo de muchas variantes, Cinco Zero Sete es una de tus formas y a mi me parece genial.
ResponderEliminarUn saludo. Lucas.
Nostalgico, lleno de poesia y metaforas, me encantó, debo decir que es el que mas me gusto,quizas porque es el tipo de poesia que prefiero,porque soy nostalgica y me gustan los recuerdos de amores pasados. me gustan tus descripciones, de sensaciones, llegan,casi que uno se traslada a los hechos.
ResponderEliminarComo siempre, un placer leerte.Gracias!!
El más lindo de todos, el que puedo decir de memoria con los ojos cerrados... mi querido: 5 0 7
ResponderEliminarCuántos recuerdos Amigo!
Me pareció genial. Tan bueno, como si fuera verídico... un fragmento de tu biografía. Bravo!! Abrazos
ResponderEliminarTe felicito siempre escribiendo lo que tengo ganas de leer. Gracias!
ResponderEliminarGrande!, muy a lo Hankover, podría cantarse con Nick CAve... no?
ResponderEliminarBuenos textos los tuyos, Humberto. Saludos.
ResponderEliminarHarol