Despertando

Amanece. El sol da las 7 y 16 y las sombras se van despojando de su quimera colectiva. La claridad se arrastra por el cielo como una inmensa oruga que fuera comiéndole la médula a la noche. Todas las criaturas comienzan a recortarse sobre el fondo de la inexistencia, de a poco adquieren ese tinte azul rojizo que las hace vivas. Desde su refugio uterino el día se vuelve interino y como al pasar suelta marzo a mis pies. Tal vez este marzo sea demasiado marzo, y por más que intente pensar lo contrario, cada madrugada se confirma: en este mundo nada sucede de repente. Y ahora que el amanecer se metió en el escrito, nada les impide salir de este blog.