Pow! Ugh! Clank! Awk!

-¿De Batman, Laura, te parece?

-Claro que me parece, Agustín, vas a quedar muy bien, no tienes barriga.

-Eso ya lo sé, pero siempre hay alguien disfrazado de Batman en estas fiestas.

-Bueno, esta vez vas a ser tú.

-No, lo que quiero decirte es que siempre hay alguien más… que es un disfraz muy común, podría ir de....

-Ni siquiera por mí lo harías…

-Vamos, amor, no llores.

-¿Entonces vas a ir de Batman?

-Está bien, Lau, voy de Batman.

En efecto, había otro Batman en la fiesta, sin embargo nadie se había disfrazado de Robin, lo cual habría sido un éxito rotundo, pero quién querría ese éxito a costa de cargar con la mala fama del joven maravilla.

Dejando de lado el disfraz, los dos Batmen eran bastante parecidos: altura, contextura, peso y otros atributos que no tenían nada que ver con el atuendo característico del hombre murciélago.

La fiesta estuvo muy divertida, pero ellos nunca se sintieron cómodos. Por detrás de las máscaras podían verse los ojillos de uno y otro, espiando a su contrincante, con mirada vindicativa y rencorosa. Se turnaban para no encontrarse en el mismo sitio, no querían que el ridículo fuese más allá de las risitas burlonas que algunos invitados ya les habían regalado. La cosa podía terminar mal.

El momento bizarro de la velada fue cuando Agustín descubrió a Laura besando al otro Batman en un rincón de la sala. Al increparla, ella le aseguró que había sido una confusión, que había pensado que era él.

-Es que están tan parecidos, amor.

-Pero… pero si…pero si yo…

Y Agustín se largó a llorar a moco tendido intuyendo el embuste de su novia. Era extraño ver a Batman suplicando. Después de las lágrimas, vino el enojo y enseguida llegaron los reclamos. El clima se estaba poniendo denso, así que, mientras Agustín y Laura intercambiaban gritos, el otro Batman, sigilosamente, se escabulló por detrás de las cortinas, como buscando un batitubo salvador.