Reflexiones académicas

Cuando iba a la facultad, cada nueva materia era iniciada con el mismo tópico por el profesor de turno: "¿Qué es la Antropología para ustedes?". Qué sé yo, se me ocurría decirle, usted es quien me lo tendría que explicar. A las dos horas entraba el docente de Semiología y, claro está, largaba la pregunta de rigor: "¿Qué se les ocurre que es la Semiología?", y yo no podía dejar de resoplar ostensiblemente. Creo que los profesores se daban cuenta de mi fastidio, al menos uno me lo hizo saber preguntándome -con cierto resentimiento- si algo me molestaba. No recuerdo mi respuesta exacta, sé que fue sincera, eufemística tal vez, pero sincera. El tipo se justificó diciendo (mientras me señalaba con su dedo índice, rígido como el cañón de un revólver a punto de disparar contra mí) que era muy importante para todos (le dio un énfasis desmesurado al "muy" y demencial al "todos") saber cuáles eran los preconceptos que se tenían de su disciplina porque blablablá. Entonces comenzó a caminar por el aula, exponiendo su brillante idea de los prejuicios, con el dedo índice aún adherido invisiblemente a mí, como si yo fuera el planeta amenazador alrededor del cual él girase en una órbita satelital. Todos mis compañeros lo seguían con la mirada, asentían con obsecuencia y cunado el docto se calló, comenzaron a manifestar idioteces acerca de lo que ellos consideraban "Semiología". En seguida aparecieron los todavía más estúpidos y exagerados gestos de afirmación del profesor, gestos que en verdad encerraban una negación, ya que más tarde él dio su respuesta que contradecía de punta a punta todos los comentarios que habían hecho mis compañeros, y lo peor, contradecía sus propios, condescendientes e hipócritas gestos de afirmación, realizados unos minutos antes. No creo estar exagerando si digo que tuve que aguantar esta maniobra desde la primera materia del CBC, hasta la última disciplina con la que terminé mi carrera... Por cierto, ¿qué es la literatura para ustedes?